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La madre del cordero

Se anticiparon muchos analistas políticos en expedir un certificado de defunción a...

12 de octubre de 2013 Por: Óscar López Pulecio

Se anticiparon muchos analistas políticos en expedir un certificado de defunción a la reelección presidencial basados en encuestas de opinión hechas en medio de la mala hora del paro nacional agropecuario. Un mes después la favorabilidad del Presidente ha aumentado 9 puntos, a 43, y la evaluación positiva de su gestión 7 puntos, a 41. Niveles bajos todavía pero que revelan hasta qué punto las encuestas de opinión no son el indicador más verosímil para estimar la supervivencia de un gobierno. De hecho el marco general de la política electoral no se ha modificado: de una parte, el Presidente, sin haber oficializado su aspiración a la reelección, es de lejos el principal candidato en todas las encuestas, aunque hay un porcentaje alto de personas que no han decidido por quién votar, como es de esperarse si se pregunta por una elección que se sucederá dentro de ocho meses. Y de otra, no hay ningún candidato que haya recogido de modo importante la insatisfacción ciudadana sobre la conducción de los asuntos públicos. Cuando la ciudadanía percibe que el mundo político no tiene nada nuevo que ofrecer, prefiere que las cosas sigan como están. Falta mucho tiempo para un despegue real de la campaña presidencial, pero sólo la presencia de un nombre carismático al frente de una oposición real al gobierno podrá hacerla interesante. No se ve cómo esa oposición vaya a configurarse en el uribismo, dado que el gobierno Santos ha continuado las políticas del anterior gobierno en todos los campos, a pesar de que el ex-presidente Uribe diga lo contrario; y la propuesta de volver a la guerra sin cuartel, que es lo que los separa, no es suficiente para determinar un triunfo electoral, máxime si hay un receso en los diálogos de La Habana, como lo indicaría la prudencia política. En cambio, si la izquierda logra armar una candidatura atractiva, podrá enarbolar todos los argumentos que pueden seducir al electorado: la revisión de los tratados de libre comercio, el proteccionismo económico, el fortalecimiento de los subsidios estatales, el acceso gratuito a la educación y a la seguridad social, en fin, todo el catálogo del populismo que es tan eficaz en tiempos electorales. Pero al menos habría un debate más interesante que la guerra de sucesión del uribismo entre dos primos hermanos. Es en el planteamiento de un debate ideológico donde está la posibilidad de obtener el voto de opinión, que es sólo parte del paisaje. Porque el telón de fondo es el apoyo del mundo político y su capacidad de movilizar al electorado, que tendrá su prueba de fuego en la elección parlamentaria de marzo, cuyos resultados de hecho decidirán la elección presidencial. Vale la pena recordar que en la elección presidencial pasada, con la presencia dominante de la Ola Verde, que hoy ha desaparecido, las encuestas de opinión daban un empate entre Juan Manuel Santos y Antanas Mockus. Las encuestas estaban bien, sólo que por ser aleatorias no miden el apoyo del mundo político, que es concreto, localizable y poderoso. Sin una amplia base de apoyo de ese mundo político, que se refleja en la composición del Congreso, un candidato no podrá ser elegido Presidente, lo cual nos remite a la coalición de gobierno, la Unidad Nacional, que indica que las mayorías parlamentarias apoyan la reelección presidencial. Si ese apoyo se mantiene y hay una razonable mejoría en las encuestas de opinión, la reelección presidencial no tiene pierde. El tío Baltasar dice que allí y no en otra parte es donde está la madre del cordero.

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