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Estratos agobiados

El estrato 4 es una pobreza que no se atreve a decir su nombre. El estrato 5 es una prosperidad a debe.

14 de julio de 2017 Por: Óscar López Pulecio

El estrato 4 es una pobreza que no se atreve a decir su nombre. El estrato 5 es una prosperidad a debe. Ambos tienen en común que pertenecen al sector formal de la economía, así que son sujetos de todos los impuestos y contribuciones estatales y no tienen acceso a ninguno de sus subsidios.

En todas las estadísticas figuran como personas de altos ingresos, pero sus dificultades para llegar al fin de cada mes con las cuentas cubiertas son inmensas. Son lo que se llama piadosamente la clase media. En sandwich entre los obreros, los pequeños oficios y los dueños de los medios de producción. Tienen en conjunto la mayor capacidad de compra y la mayor participación efectiva en los procesos electorales, por tanto son la presa preferida de la sociedad de consumo, de los políticos y de las reformas tributarias.

Una persona típica de esa incómoda posición en la tabla de la distribución del ingreso paga impuesto de renta a través de la retención en la fuente, impuesto predial si tiene una casa o un apartamento (con hipoteca), impuesto de vehículo y Soat, si tiene un carro o una moto (a crédito), valorización, multas, moras, subsidia a través del mecanismo de solidaridad a los estratos 1, 2 y 3 en la seguridad social y los servicios públicos, que paga a altos precios. Paga ‘voluntariamente’ gastos que para los estratos 1, 2 y 3 son prácticamente gratuitos: educación básica y universitaria, salud, recreación, seguridad, seguros. Si tiene rentas, la rentabilidad es irrisoria.

Si no tiene un contrato de trabajo a término fijo, como sucede cada vez con más frecuencia, sino varios contratos de prestación de servicios, la tasa impositiva se multiplica: retención en la fuente, estampillas con finalidad específica, contribución anticipada a seguridad social por cada contrato, y si la cuantía excede anualmente cierto límite no muy elevado, IVA de 19%. En total, las retenciones de ese contribuyente contratista privado pueden representar hasta el 40% de sus ingresos, cuyo pago es una pesadilla informática y burocrática.

Son una clase social urbana, medianamente culta, informada por la televisión y las redes sociales, indiferente a todo cuanto no sea su entorno personal o su bienestar económico, deseosa de reconocimiento social y viviendo por encima de sus medios.

Una expresión inglesa la define bien: ‘Nimby’, never in my back yard (nunca en mi patio trasero), significa que el mundo puede caerse siempre que no destruya su jardín. Por ello es más importante para ella una reducción de sus impuestos que un proceso de paz sobre una guerra que no la toca, un gobierno de mano dura contra las insurgencias sociales que una paz social que tiene que ayudar a pagar, un mundo de ghettos, cercados y vigilados que una comunidad abierta.

Debe decirse en su favor que la carga que socialmente se le impone para pagar la cuenta de la estabilidad social es excesiva. En Colombia, con una concentración del ingreso tan alta, las personas de medianos ingresos son tratadas como potentados y los potentados como motores de desarrollo que hay que eximir de gravámenes. Un profesor termina pagando más impuestos y contribuciones que un terrateniente. Los candidatos presidenciales que no consideren el alivio de esas cargas no van a ser elegidos. El tío Baltasar, persona de gran distinción que no tiene un peso, dice que en cuestiones de estrato, mejor antes.

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