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Encuestas

Podría decirse que las encuestas de opinión hechas técnicamente reflejan lo que...

11 de mayo de 2013 Por: Óscar López Pulecio

Podría decirse que las encuestas de opinión hechas técnicamente reflejan lo que el común de las personas piensan. Descontado el margen de error que ellas mismas consideran, los porcentajes de acuerdo o desacuerdo con lo que se le pregunta a un reducido grupo, dividido por estratos socioeconómicos, son un reflejo de la opinión real de la totalidad del universo que se quiere investigar. Si la encuesta es confiable, y existen unas reglas estadísticas que lo garantizan, la empresa que la hace es seria, y existe la manera de verificar sus antecedentes, entonces lo mejor es pararles bolas a sus resultados.Es una equivocación pensar que los malos resultados de una encuesta seria son producto de la manipulación de las opiniones de las personas a través de los medios de comunicación, los cuales por supuesto influyen en la imagen de los gobernantes. Pero cuando se trata de asuntos de la vida cotidiana: la seguridad, la movilidad, el costo y la eficiencia de los servicios públicos, los impuestos locales, no habrá poder humano que lleve a una persona que se siente insegura, que no puede transportarse con comodidad, cuyos servicios públicos son de mala calidad, agobiada por los tributos, a tener una buena opinión del gobierno al que responsabiliza de esa situación. Y lo contrario también es cierto, si la persona a quien se le pregunta se siente satisfecha no hay razón para creer que va a cambiar su opinión por lo que le informan los medios de comunicación.La importancia de una encuesta de opinión sobre un gobierno local, es que si esa opinión no es buena, se convierte en un instrumento útil para mejorar y sobre todo, si el gobernante lo está haciendo bien, para explicarle a la gente que hay acciones de gobierno, con un impacto negativo en la vida cotidiana, que se toman para mejorar su calidad una vez estén ejecutadas, y hacerlo de modo que la ciudadanía se tranquilice. Resulta desconcertante que el Alcalde de Cali, por ejemplo, esté catalogado como uno de los que tiene un porcentaje de aprobación de su gestión más bajo a nivel nacional, cuando lo que está haciendo a través de una administración honesta, con un equipo calificado, es reconstruir un modelo de ciudad con los restos dejados por la corrupción política, la desidia administrativa y las equivocadas prioridades de los gobiernos anteriores. Pero no se puede desestimar la opinión del común de los caleños quienes padecen simultáneamente el complejo proceso de la implantación del MÍO, con sus demoras, su cubrimiento incompleto, el cambio cultural que implica; el pago general de las megaobras, algunas suntuarias, cuyos principales beneficiarios son la minoría de ciudadanos con carro, que se cobra simultáneamente con el reajuste del impuesto predial, que se dejó acumular absurdamente; la inseguridad callejera y la pequeña guerra urbana del microtráfico, ambas en apariencia fuera del control de la Policía. Sobre cada una de esas situaciones se han tomado por parte de la Alcaldía medidas sensatas que pisan callos y afectan los magros bolsillos, y cuya aplicación efectiva requiere tiempo. El tío Baltasar dice que lo que las encuestas revelan sobre Cali es que debería haber una mayor sintonía entre el tiempo de la Administración para ejecutar sus políticas y el tiempo de los ciudadanos para incorporarlas a su vivir cotidiano. Añade que una encuesta hecha entre la clase dirigente local le daría, con razón, a Rodrigo Guerrero la más alta calificación y que habría que lograr que la gente común y corriente hiciera lo mismo.

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