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De Senectute

Claude Monet, casi ciego, de más de 80 años, pintó la serie...

19 de octubre de 2013 Por: Óscar López Pulecio

Claude Monet, casi ciego, de más de 80 años, pintó la serie Los Nenúfares. Parte de esos cuadros, en formato monumental, pueden verse en la Orangerie, en París. Un espectáculo de belleza incomparable porque es la presencia de la pintura como totalidad, independiente del tema pero ligada a él porque es un mundo creado por el juego de la luz sobre las cosas. El trabajo de un semidiós. Paul Cézanne, quien llevó una vida introvertida, aislada, neurótica, en sus años finales pintó los cuadros que iban a crear un puente entre el Impresionismo y el arte moderno. Sus paisajes se fueron convirtiendo en esquemas geométricos como revelando la estructura misma de los cielos y las montañas. De esa obra final, muere a los 67 años, surgiría el Cubismo y toda la descomposición de lo real que marcaría la pintura en el Siglo XX.Pierre-Auguste Renoir pinta hasta sus últimos días, muere de 78 años, esos cuadros luminosos, con una pincelada más contenida que en sus años mozos, llenos de mujeres de pieles espléndidas que son como la eterna primavera de la juventud y el placer. Une en su vejez la tradición del clasicismo que venía de Ingres con la estela radiante del impresionismo. Pero el desafío más grande contra el tiempo es el de Pablo Picasso quien crea hasta su último día, a los 92 años, y no deja de ser por un segundo un innovador, un explorador de técnicas y materiales, con tal imaginación y tanta genialidad que lo vuelven contemporáneo de todos los artistas plásticos de hoy. Un rey Midas que todo lo que tocaba lo volvía arte. No es el caso de Fernando Botero.El paso del tiempo no ha sido afortunado para la obra de Botero. Desde sus orígenes estuvo a contracorriente de la modernidad por su arraigo al figurativismo y sobre todo, a una especie de pop-art latinoamericano, apolítico, reiteratvo. Sin embargo, llegó a los escenarios internacionales en los años setentas con la frescura del tema, la parroquia colombiana, y el manejo del color en grandes volúmenes, que lo unían igualmente con el paisajismo primitivista y el renacimiento italiano. Cuadros de gran formato con figuras enormes que creaban volúmenes luminosos y un manejo maestro del color al cual quedaba subordinado el diseño, que era una negación intencionada de la perspectiva y por supuesto, la anécdota misma, que de todos modos aportaba una visión burlesca del establecimiento nacional. Fue una fórmula exitosa que se repitió hasta el agotamiento con pequeñas variaciones a lo largo de los años, impulsada por el éxito comercial.Ya de 80 años, sus series recientes sobre las atrocidades de la prisión Abu Ghraib en Irak, la violencia en Colombia y Viacrucis, Pasión de Cristo, que se exhibe en Cali, privilegian la anécdota sobre el volumen y la composición sobre el color. El resultado es la acentuación de su anacronismo. El caso del Viacrucis es una perfecta ilustración de esa situación: el tema, reconocido por un público católico, le da a la obra un carácter sagrado que la exime de la crítica, máxime cuando las figuras de Cristo y la Virgen son tratadas con tanto respeto en medio de una multitud de rostros inexpresivos e idénticos, pero el drama y la creación se han debilitado. En esos óleos el volumen ha sido cambiado por la monumentalidad, el color es plano y la simplicidad de la composición pone en evidencia las actuales limitaciones del artista como dibujante. Cicerón escribió un diálogo famoso De Senectute, para hablar de las virtudes de la vejez. Mejores en este caso las de la madurez.

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