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Arribismo puro

Tiempo para una frívola historia decembrina: no les fue nada mal a...

17 de diciembre de 2016 Por: Óscar López Pulecio

Tiempo para una frívola historia decembrina: no les fue nada mal a los hijos de Josefina Tascher de la Pagerie, criolla seductora nacida en La Martinica, de piel amarillenta y dientes cariados, pero con el estilo, la elegancia y el encanto para haber tenido una ristra de amantes en el París libertino de la Revolución Francesa, en medio de cuyo turbión pierde la cabeza en la guillotina su marido el vizconde Alejandro de Beauharnais, salva por nada la suya y termina casada con un general pobre y sin futuro, Napoleón Bonaparte.Esa pareja de recién llegados de las islas asciende y cae de las cimas del poder en un lapso de quince años. Dejan eso si un rastro fulgurante de pasión, ambición, lujo, arrogancia, sangre y gloria, audacia y arribismo, que cambia el mapa político de Europa. A los hijos que ella aporta al matrimonio con el general corso, Hortensia y Eugenio, les va mucho mejor. No hay otro caso en la historia de un ascenso social más fulgurante cuando ya los destellos de la Revolución y del Imperio se han extinguido.Hortensia de Beauharnais, casquivana y desdichada, se casa con Luis Bonaparte, hermano de Napoleón, quien los nombra Reyes de Holanda, reinado que desaparece con Waterloo. Pero su hijo será Napoleón III, Emperador Electo, quien gobernará Francia hasta la pérdida de Alsacia y Lorena a manos alemanas y el establecimiento de la III República. Ni él ni su tío, Napoleón el Grande, dejan herederos. Ambos con hijos únicos que mueren jóvenes a edades parecidas, el uno víctima de la tuberculosis y el otro de los zulúes. Es Napoleón III una especie de monarca burgués, sin una gota de sangre real, que se reviste como lo hiciera su tío de todas las galas de los viejos soberanos. Arribismo puro.Eugenio de Beauharnais, a quien Napoleón adopta y cubre de honores, Virrey de Italia, Príncipe de Venecia, Alteza Real, Duque de Leuchtemberg, se casa con Augusta, hija de Maximiliano I de Baviera, un matrimonio desigual, imposible en tiempos normales, entre un pequeño aristócrata y una princesa real. Sus hijos cubren el mapa de Europa y América: Josefina se casa con Oscar I de Suecia, quien es a su vez hijo del general Bernardotte a quien el Emperador impone como heredero del trono sueco con el nombre de Carlos XIV y de Desiree Clary, su novia no olvidada; otra pareja burguesa, cuyos descendientes reinan todavía. Augusto se casa con María II de Portugal y se convierte en príncipe consorte. Amelia con el emperador Pedro I del Brasil, y se convierte en la otra emperatriz de la familia. Maximiliano con la Gran Duquesa María Nikolaievna, hija del Zar Alejandro I de Rusia. Por entonces las casas reales de Portugal y Rusia las más ricas de Europa. Cásate por interés y no serás feliz pero serás rico y poderoso podría haber sido el lema de la Casa de Beauharnais.Así que el mundo es de los arribistas, que es la palabra con la cual unas personas que se creen importantes descalifican el éxito de los demás, que ellos inexplicablemente no han tenido. En un mundo donde todos han sido en algún momento recién llegados, arribista es todo aquel que la sociedad coloca por encima de los que llegaron antes por su valía, su fortuna, su ingenio, su inteligencia, su poder, su belleza o su buena suerte, para la furia de los rezagados. Como los Tascher y los Bonapartes. Unos ‘parvenus’ que llegaron a ser la ‘crème de la crème’.

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