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No secar el pozo

Si hay alguna consigna preventiva para el Gobierno y quienes le van...

10 de junio de 2016 Por: Ode Farouk Kattan

Si hay alguna consigna preventiva para el Gobierno y quienes le van a colaborar en la puesta en práctica de la ‘salvadora’ (del mismo Gobierno y no del pueblo) reforma tributaria estructural, es la de no secar el pozo tributario del país, figura similar a la que rige el manejo de los pozos de agua en las fincas, que consiste en no sacarles más agua de la que sus fuentes naturales pueden proveer, pues el pozo se seca y la finca también.El discurso gubernamental suena cada vez más ominoso en términos de exceso, pues se hace mucho énfasis en la necesidad de financiar cada vez más cosas de ese Nirvana, como se hace creer que será el posconflicto, con más figuras tributarias y aumento de sus tasas. Que lo más seguro es que por sus efectos nocivos de una exacción desmedida generen otros conflictos sociales nacidos de la lucha por la vida de una población empobrecida.Entre ellas, la más peligrosa es la del aumento del IVA y su extensión a demasiadas cosas que ya pagan impuestos o cuestan más de lo debido y no toleran recargos.En efecto, el IVA es el impuesto universal pues se tiene que pagar por todo lo que cualquier persona, rica o pobre, compre y por todos los servicios que se utilicen en la vida diaria. Y lo tiene que pagar una población que cada vez ve su ingreso disminuirse precisamente por el efecto de los excesos de los costos nacionales, departamentales y municipales, aumentados por el componente ‘mermelada’.Ya se ha hecho evidente en algunos países europeos que han utilizado el aumento de las tasas del IVA como instrumento para incrementar el ingreso tributario de los gobiernos y su capacidad de pagar deudas que no debieron haber contraído en primer lugar, que esta medida es contraproducente, pues encarece el modo de vida de la población, le resta poder de compra y frena así el movimiento comercial general del país (receso), cosa que disminuye el ritmo de la producción de las empresas en las cuales se pone la esperanza de que conserven el empleo actual y generen el futuro, única forma de que el Estado no tenga que hacerse cargo de poblaciones sin trabajo (puerta de la corrupción asistencialista) o enfrentarlas en rebeldía (como se ve en la TV, en noticieros de los países de la Ocde), nuestro presunto modelo al cual a veces se le ven los remiendos de pobre en la ropa de ricos.Si por algo debe propender la reforma que tanto se desea, es por la eficientización del Estado colombiano que tiene el gran cargo de conciencia de no haber logrado que la inmensa riqueza representada en los múltiples bienes que nos surte la tierra (no solo el petróleo) y los dones y capacidades de sus gentes trabajadoras, hayan creado un modelo económico social suficiente.Lo que nos lleva a pensar que lo que probablemente le conviene más al país es que la reforma estructural no sea tributaria sino funcional y administrativa, y moral-política. Allí sí veríamos nuestra capacidad económica alcanzándole tanto al país en general, como al Gobierno en forma estable y equitativa, y no en el brinco repetitivo de déficits y reformas para rellenarlos.Es importante también resaltar el apetito que el Gobierno tiene por los impuestos de fácil y pronto recaudo, independientemente del daño que causen, ejemplo de lo cual es el famoso cuatro por mil sobre movimientos financieros, que empezó en el dos por mil por dos años y ya va en cuatro por mil ‘per secula seculorum’. Si el IVA en la canasta familiar sigue subiendo, llegaremos al punto de simplemente llevar el sueldo a la caja del supermercado y dejarlo allí sin comprar nada.