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Ministerio de Industria

La ‘cruda’ realidad de la caída de los precios del ‘crudo’ (léase...

20 de junio de 2015 Por: Ode Farouk Kattan

La ‘cruda’ realidad de la caída de los precios del ‘crudo’ (léase petróleo) le han quitado al gobierno, y al país la ilusión de contar con abundancia de dinero en moneda dura para financiar su funcionamiento y disfrazarlo de desarrollo. Esto obliga al gobierno a mirar su principal recurso natural que es la capacidad de generar producción y valor agregado por parte de su población: la industria.Aunque la palabra industria viene del latín ‘industriae’ (trabajo, en cualquiera de sus realizaciones y por ello hay una expresión tradicional: ‘persona industriosa’), la realidad moderna ha centrado el significado de la palabra en los trabajos que agregan valor, a través de la transformación para el mercado de unas materias primas, que se convierte en la riqueza no representada no solamente en los productos naturales sino en su conversión en multiplicidad de bienes con un valor cada vez más alto por laboriosidad y acumulación. Pero la industrialización, si bien en un principio se dio espontáneamente, con ensayo y error, y aprendizaje, a medida que el mundo se ha sofisticado, y ha entrado en la competencia por el mercado, ha requerido de una guía representada en políticas, que significan doctrinas o sea líneas de orientación y proceder para llegar a un objetivo.Y esto no se puede lograr sino con un ministerio de industria, es decir, una dependencia que trace en armonía con los empresarios caminos para invertir su dinero y esfuerzo en producir ese gran componente del progreso y de riqueza que es el valor agregado, definido alguna vez como el complemento que le hacen los dones y habilidades de los hombres a los dones de la tierra. Y que los acompañe en la eficiencia depurando la normatividad de aquello que no sea indispensable para la producción y la exitosa venta.Nuestro gobierno ha cometido repetitivamente el error de no fijar adecuadamente el rumbo y la magnitud de la industrialización. El ministerio ‘del ramo’ como popularmente se dice, ha sido primero llamado de fomento, luego de desarrollo y luego refundido en uno de comercio, industria y turismo, disciplinas económico sociales todas importantes pero no mezclables.La industria tiene muchas exigencias en inversión, innovación, capacitación, competitividad, y muchos riesgos de ser alcanzada y rebasada por cambios en los patrones de la evolución de políticas de industrialización en otros países (lo que nos está ocurriendo con los TLC con países de mayor competitividad). El comercio compra y vende, y si bien es cierto que en ambas ha habido desarrollos importantes, su riesgo es mucho menor, pues puede comprar a uno u otro, nacional o extranjero, y a crédito, los productos terminados que lideren la apetencia y moda del mercado. No así el industrial, o el industrializado, que es rehén de su equipamiento y de la complejidad de su provisión de materias primas o insumos. Cabe así, insistir en que el gobierno cree el Ministerio de Industria con el propósito de que tenga todas las funciones y la autoridad para ponerlas en práctica, que conduzcan a imprimir a la industria nacional todo el vigor que requiere para ser parte real (y no estadística) del aparato de valor agregado mundial, y que la población se beneficie de él.