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Impuesto a la pobreza

A no otra cosa que a un injusto impuesto a la pobreza...

8 de noviembre de 2014 Por: Ode Farouk Kattan

A no otra cosa que a un injusto impuesto a la pobreza equivale la intención del gobierno del ‘impuesto a la riqueza’ de elevar la tasa del IVA o extenderlo a productos que componen la canasta familiar en una sociedad en la cual las personas que tienen menores ingresos ya se ven en dificultades para hacer que las cuentas del costo de vida les cuadren.Se supone que la canasta familiar está compuesta por cosas de necesidad y que no incluye nada que pueda ser llamado un lujo, o algo que la dinámica de la necesidad moderna no imponga. Es la simple supervivencia. En un tiempo fue llamado el mercado “de pueblo”, cuando las ciudades colombianas eran pueblos y las costumbres domésticas más fáciles.No es válido argumentar que los productos a los que ahora se les aumenta la carga tributaria o se les extiende, se salen de la definición de básicos porque tengan algún componente de procesamiento o industrialización pues en este momento el mismo desarrollo de la forma de mercadear y vivir y hacerlo en ciudades más costosas por su crecimiento y complejidad de vida hace imposible que la gente vuelva al primitivismo doméstico. El progreso costumbrista no tiene reversa.Muchos de los productos necesarios que componen la canasta familiar y que son procesados o industrializados (lo que los hace presuntamente ‘suntuarios’ a los ojos de los fiscalistas como si el procesamiento los cambiara de categoría social) ya pagan impuestos y tarifas reflejados en los precios al consumidor. Peor aún, la canasta familiar es un punto de referencia para la fijación del salario mínimo, que no contempla la importancia del ingreso poblacional como motor de la economía: la capacidad de compra popular que mueve los negocios y que el gobierno nacional hace mal en cercenar en la base con impuestos. En diversos ejercicios en los que se revisa el precio de la canasta familiar se hace evidente que el costo de vida de una familia de estrato menor que viva en una ciudad como la nuestra, tienen recargos que no aparecen contados en la canasta o son mal calculados por el Dane oficial y no concuerdan con el Dane familiar como la ineficiencia operativa que aumenta el costo del transporte urbano y encarece servicios como energía, acueducto y alcantarillado, los ciudadanos pagan un impuesto invisible representado por costos excesivos en comparación al ingreso popular. Amén de “cosas que hay que pagar” que surgen de la maraña de costos raros originados en Colombia para cumplir requisitos absurdos de nuestra tramitomanía, sin el lleno de los cuales no se puede vivir pero que tienen que salir del mismo sueldo.Los productos de la canasta familiar colombiana no deben ser sujeto de ningún impuesto pues en la población que se enmarca en hasta dos o tres salarios mínimos mensuales encarecer el costo de vida es un despropósito, y hacerlo con impuestos un insulto social.