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“El pan nuestro de cada día”

Colombia tiene deficiencias alimentarias con consecuencias en salud, que requieren más de atención a su existencia y disposición que de impuestos por valor agregado.

4 de diciembre de 2018 Por: Ode Farouk Kattan

El absurdo propuesto por el Gobierno de financiar sus programas con la plata de la comida de la población, afortunadamente frenado, no se sabe si por la lógica o el temor, nos trae a este aparte del Padre Nuestro, una de las oraciones de mayor significado en la Iglesia Católica, que refleja el alto valor que tiene en la vida humana la alimentación, dado que de ella depende no solamente su supervivencia sino también los buenos efectos de una sana alimentación en la salud de las personas. Una combinación de tanta importancia que tiene espacio en una oración, y que llega a tener carácter de mandato.

Esto no parece tener ningún sentimiento en nuestros gobiernos, dado que desde hace tiempo vienen afectando la alimentación, la canasta familiar, con impuestos, con la figura del valor agregado, que cada día menos se entiende qué agrega y a quién.

Saliendo del marco religioso, la administración pública en abstracto considera que la alimentación y la salud son elementos básicos del orden social, que se deben atender más que taxar.

La Revolución Francesa se desató luego de que las gentes comenzaron a sentir los efectos del costo del pan y sus consecuencias en la salud de sus familias por la escasez.

La Revolución Bolchevique estalló cuando el trigo guardado y el invierno intenso causaron la muerte de las personas.

Si bien es cierto que, como nos enseña la historia, en condiciones de guerra o escaseces climáticas los países intervienen los alimentos con racionamientos para su medición, según las circunstancias, no se permite que a la población le falten mínimos controlados.

Según algunas estadísticas y presentaciones visuales, Colombia tiene deficiencias alimentarias con consecuencias en salud, que requieren más de atención a su existencia y disposición que de impuestos por valor agregado.

Colombia está más que llevada del diablo si el gobierno tiene que quitarle a las gentes parte del dinero que ganan por su trabajo para su sostenimiento, para subsidiar su funcionamiento, no adornado por la eficiencia y la pulcritud. Y menos con esquemas raros desacreditados por cuestionables experiencias.

El ingreso dinerario de la población colombiana es bajo en relación a lo que necesita dado que la vida en la sociedad urbanizada y semi urbanizada está afectada por una tremenda ineficacia que se debe a la administración pública, y afecta la eficiencia del ingreso con mucho costo espurio. La población suburbana lo está mucho más.

Nuevamente hay que hacerles ver a los gobiernos colombianos, y al ya llamado ‘sector político’, que si quieren dinero para adelantar sus ambiciones y mostrarse orgullosamente ante el pueblo y el mundo y sacar pecho, tienen que ganárselo con el resultado, y bueno, de sus actuaciones, y no con ideas repentistas en cuya realización atropellen a la población.

Además, ya es hora de que los gobiernos tengan en sus actuaciones estrictos juicios de desempeño, que rebasen los engañosos ‘empalmes’, para distinguir su real comportamiento, que termina en huecos fiscales en los que rutinariamente el que cae es el pueblo.