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Se calienta la Guerra Fría

La movilización de más de cien mil soldados han generado alarma en Estados Unidos y la Otan, precipitando improvisadas cumbres que esta vez solo han servido para crear más tensiones.

14 de enero de 2022 Por: Muni Jensen

La relación reciente entre Rusia y Estados Unidos se ha caracterizado por la frialdad y la distancia, sin grandes sobresaltos. Vladimir Putin, atornillado al poder, ha celebrado cumbres con una sucesión de presidentes americanos, reuniones que sirven solo para tomarse fotos y anunciar un relanzamiento de las relaciones, sin avances de fondo. Los ciberataques rusos, la intervención en elecciones en todas las esquinas del planeta y la creciente represión a las libertades y disidencias hacen imposible un deshielo completo. Esos días llegaron a su fin. Hoy, mientras el mundo se obsesiona con el Ómicron, se está cocinando una guerra entre Rusia y Occidente.

La causa fue evidente, pues mientras Occidente celebraba los 30 años de la disolución de la Unión Soviética, Putin amasó sus tropas en la frontera con Ucrania, recordándole al mundo su capacidad bélica demostrada ya con la toma de Crimea en 2014. La movilización de más de cien mil soldados han generado alarma en Estados Unidos y la Otan, precipitando improvisadas cumbres que esta vez solo han servido para crear más tensiones.

En los últimos días se intentaron varias conversaciones directas y tripartitas, esfuerzos inútiles entre Biden y Putin, y unos días después, un diálogo de tres días con los aliados europeos. Rusia insiste que no va a invadir, y afirma que no hay motivos para continuar las reuniones. La sentada a la mesa, que tenía como objetivo evitar que una eventual acción en Ucrania despertara un gran escalamiento militar en Europa, quedó en nada.

Para Putin, la situación es un gana-gana. Justo en el momento donde se recuerda el fin de la Unión Soviética, el eterno presidente encuentra el momento para relanzar el proyecto, flexionando sus músculos ante Europa y Estados Unidos e imponiendo condiciones imposibles de aceptar. Promete retirar las tropas si Occidente retira sus armas y sus tropas de los países exsoviéticos. También exige que Ucrania nunca sea parte de la Otan, y que se cierren las puertas de la organización a nuevos países que fueron parte de la Unión Soviética. Si Putin logra avanzar aunque sea un par de sus exigencias, saldrá fortalecido, y si invade muestra su poderío militar, recordando la gloria pasada.

La situación se complica cada día, desde que los dos rivales nucleares se pararon de la mesa esta semana, dejando a Europa, la Otan y la comunidad internacional en veremos. Para el equipo de Biden, enredado en casa, es una prueba de fuerza que se pierde y erosiona su credibilidad internacional. Para Europa la situación es mucho más complicada. El continente tiene una creciente dependencia en el gas y petróleo ruso, lo que limita la capacidad de negociación. Y los vientos de guerra son cada día más fuertes.

La situación es crítica y no hay solución a la vista. Las exigencias unilaterales de Putin cerraron las puertas a la negociación. Su ataque súbito a Kazajistán  la semana pasada mostró su capacidad de usar la fuerza a cualquier costo. Su manipulación y operaciones cibernéticas, así como los intentos de crear divisiones entre Europa y Estados Unidos, son parte del manual ruso. También lo es debilitar a la Otan.

El nuevo conflicto tiene consecuencias mundiales, y sirve de distracción frente otras amenazas en otras partes del mundo. Así se logre evitar un enfrentamiento militar, la guerra fría queda reencauchada. Estados Unidos, envolatado con múltiples crisis, no parece mantener las riendas.
Europa, con las manos amarradas en un invierno de precios altos de gas y energía, sin capacidad de maniobra. Rusia, otra vez protagonista, acumula simpatizantes y clientes en todas las esquinas del planeta, y refuerza sus tentáculos en América Latina y en el mundo entero.
Sigue en Twitter @Muni_Jensen