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Putin y Trump: la guerra tibia

La errática relación entre Estados Unidos y Rusia, timoneada por sus narcisistas presidentes, vuelve a definir las fronteras de la política global.

18 de agosto de 2017 Por: Muni Jensen

La errática relación entre Estados Unidos y Rusia, timoneada por sus narcisistas presidentes, vuelve a definir las fronteras de la política global. En un lado, Rusia, el país más grande del mundo, enfrenta varias crisis. Su economía está afectada por los bajos precios del petróleo, la inflación y la fuga de capitales, y sufre además las consecuencias de las sanciones impuestas por Estados Unidos en 2014 tras la invasión de Crimea. La aguantadora popularidad de Vladimir Putin se empieza a erosionar, aunque logra entretener las mayorías con pruebas de fuerza populista, y flexionando los músculos tanto en sus fotos de vacaciones como en la arena internacional. Su poderío no se desmorona del todo.

En los Estados Unidos de Trump, Rusia domina la agenda. Las sospechas de intervención rusa en las elecciones, y la frenética investigación que adelantan el FBI, el senado americano y el Departamento de Justicia han inflado políticamente al histórico enemigo. Hoy, la presunta manguala entre Putin y Trump acapara las noticias y preocupa a los gringos y al resto del mundo. En una reciente encuesta del centro de investigación Pew Research Center, los habitantes de 22 países de los 36 encuestados aseguraron confiar más en el cuasi-dictador ruso que en el presidente Trump en el manejo de asuntos internacionales. (Cifra miedosa si se tiene en cuenta el apetito del ruso para invadir países, aliarse con dictadores e interferir en procesos democráticos). Como gran jugador de póker, aprovecha la coyuntura para resaltar su propio perfil de hombre fuerte, y el de Rusia como amenaza global.

El presidente americano, en cambio, está acorralado. Si arma pelea con Putin, corre el riesgo de desmantelar varias décadas de alianzas importantes de desarme nuclear -avaladas por Reagan, ambos Bush, y Obama- y que son piezas fundamentales de la estabilidad post Guerra Fría. En medio de la pelea se comprometen también acuerdos sobre temas sensibles como la amenaza comercial China, el manejo de la crisis de Corea del Norte y la guerra en Siria. La creciente alianza entre China y Rusia en estos asuntos pone en jaque a Estados Unidos. Por otro lado, sobre la sospecha de colusión en la campaña para derrotar a Hillary, Trump debe cruzar los dedos para que no aparezcan pruebas que comprometan su permanencia en la Casa Blanca. En ese contexto cualquier palabra amable frente a Rusia será utilizada en su contra. Para rematar, su propio partido en el Congreso amplía el alcance de las sanciones contra Rusia, enojando aún más a su rival. Pierde Trump, el “gran negociante”.

Pero quizás no hay que agrandar demasiado el asunto. El profesor inglés Marc Galeotti, experto en Rusia, afirmó recientemente en Altamar -podcast de política global- que la influencia rusa en las elecciones americanas tiene menor impacto que lo pensado y afirma que es necesario dimensionar el poder real de Putin, que intenta presentarse como un hombre fuerte mientras su posición es débil.

Lo cierto es que la pelea de dos bufones no es buena para nadie. Aunque Putin salga favorecido en casa y Trump resultara inocente de conspirar con Rusia para llegar al poder, la improvisación populista y los amores y odios entre ambos ponen en juego temas serios como la fuerza de la Otan, el desarme nuclear, la guerra contra el terrorismo, y las históricas alianzas de Occidente.

Sigue en Twitter @Muni_Jensen