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El fútbol y el poder seguirán entrelazados cada vez más, especialmente cuando se le agrega el dinero de gobiernos y grandes marcas...

3 de diciembre de 2022 Por: Muni Jensen

El deporte y la política, entrelazados desde los grandiosos juegos en el Coliseo de Roma hace dos mil años, donde el imperio mostraba su poder, y donde nace el concepto ‘pan y circo’, ofreciendo diversión y competencia para el pueblo como herramienta de poder y opresión. El deporte y la política comparten cama también en el fútbol, y en particular en la Copa Mundial.

Desde su inicio en 1930, este campeonato se ha enredado con los conflictos del momento. En 1938, en vísperas de la guerra, la selección de Italia se enfrentó a Francia, el anfitrión, bajo la amenaza de Mussolini de “ganar o morir”. Los italianos, con camiseta negra, celebraron su victoria con un saludo fascista a los hinchas. Años después, en 1966, África sorprendió con un boicot de los jugadores de todo el continente que se negaron a jugar como protesta a la Fifa por la desigualdad de eslabones para sus países.

Muchos recuerdan también las tensiones en México, en 1986, durante el partido de Argentina contra Inglaterra pocos años después de la Guerra de las Malvinas, partido álgido que definió Maradona con la famosa ‘mano de Dios’.

Hoy la política sigue presente, así como el dinero y los intereses de múltiples costados. La semana pasada se llevó a cabo en Qatar el partido entre Irán y Estados Unidos, justo en uno de los momentos más tensos de la relación bilateral. Bajo amenaza del régimen a sus familias, los iraníes se sometieron a la presión, y suspendieron sus protestas simbólicas. Pero no fue la primera vez que estos países se enfrentaban.
Los dos países se habían enfrentado en 1998, otra fecha llena de tensión, por primera vez desde el regreso de la República Islámica. Jugaron en un estadio donde los grupos terroristas de Irak habían comprado siete mil boletas. Al final la tensión se diluyó con un triunfo de Irán y la muestra de diplomacia, donde los ganadores repartieron rosas blancas a sus rivales.

En el caso del campeonato de Qatar, para muchos la controversia política empezó hace doce años con el episodio lamentable en el que los directivos de la Fifa recibieron sobornos por parte del reino. Qatar, un país con dinero y sin tradición futbolística, compró la sede. Desde entonces, abundan los cuestionamientos sobre las condiciones de los trabajadores migrantes y la trágica muerte de cientos de personas. Las restricciones y la persecución a la comunidad Lgbtq han empeorado aún más la reputación y despertado protestas y repudio en el mundo entero, mientras los anfitriones se llenan los bolsillos.

El fútbol y el poder seguirán entrelazados cada vez más, especialmente cuando se le agrega el dinero de gobiernos y grandes marcas, el creciente número de jugadores-influencers y las maniobras de los gobiernos para lavar su imagen a través del deporte.

En estas fantásticas semanas de fútbol quisiéramos olvidar las polémicas, pero siempre se atraviesan. Los conflictos de los jugadores brasileños ante el cambio de gobierno, la compleja relación de algunos españoles con su equipo y su bandera, los sentimientos encontrados frente a la selección de Arabia Saudí, y tantos líos más. La cancha, una vez más, es el espejo de la política mundial.

Habrá que concentrarse en la próxima ronda, y en la historia más alentadora, la del continente africano que empezó su historia mundialista con boicots hace décadas y hoy ha presentado cinco equipos fuertes, con cinco exjugadores africanos como técnicos, con hinchas y equipos que han aportado alegría y emoción a este turbulento campeonato.