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Demócratas sin bandera

Falta un año y tres meses para las elecciones presidenciales de Estados Unidos y todo indica que va a volver a ganar Trump. Mientras el flamante presidente llena estadios con su retórica incoherente, agitando el miedo...

16 de agosto de 2019 Por: Muni Jensen

Falta un año y tres meses para las elecciones presidenciales de Estados Unidos y todo indica que va a volver a ganar Trump. Mientras el flamante presidente llena estadios con su retórica incoherente, agitando el miedo, sus veinte rivales demócratas carecen de una estrategia para frenarlo. El talento de Trump, el candidato, está en plena exhibición, sus discursos son actos de campaña, su twitter arde con comentarios despreciando a sus opositores, y su base de seguidores sigue apoyándolo incondicionalmente con cantos divisivos llenos de rabia.

Al otro lado de la cancha candidatos demócratas para todos los gustos, que representan todo el espectro político desde el centro hasta una izquierda poco antes tan presente en EE.UU. Encabezados por el veterano exvicepresidente Joe Biden, el partido ya empezó la ronda interminable de debates televisados donde cada uno busca -sin éxito hasta ahora- despegarse del pelotón. Durante los próximos meses habrá algunos, como ocurre hoy con la senadora Elizabeth Warren, que crecerán en las encuestas, y otros que se caerán de la lista, como parece ocurrir con el carismático tejano Beto O’Rourke. Pero es pronto aún. Recordemos que hace cuatro años parecía inevitable el triunfo dentro del partido republicano de Jeb Bush, hermano e hijo de presidentes, quien se extinguió pocos meses después.

Lo cierto es que entre el ramillete de candidatos opositores a Trump hay políticos talentosos, como Biden y Warren, pero también alcaldes sofisticados como el políglota Pete Butiggieg, que no pegará con los votantes más conservadores de su partido por tener poca experiencia, un esposo, y una agenda más parecida a la de los progresistas europeos. Hay mujeres con valor y experiencia como la exfiscal Kamala Harris y la senadora Kirsten Gillibrand, preparadas y razonables, que sin embargo empiezan a perder relevancia. Y el eterno socialista Bernie Sanders sigue emocionando a los muchachos y a una base de hombres blancos parecidos a los de Trump. El problema no es falta de capacidad intelectual del grupo, sino la ausencia de un mensaje común que unifique el partido y que haga contrapeso al presidente actual. Una voz que pueda servir de canal para el descontento y el desprecio que siente medio país por él.

Hoy el único discurso del partido opositor parece ser el volver a la normalidad, a un Estados Unidos sin sobresaltos y sin aberraciones. Regresar al debido proceso, al equilibrio de los poderes del gobierno, a un lenguaje respetuoso. Una buena meta pero un error político. El eslógan del pasado es de Trump con su ‘hacer grande a América de nuevo’. Aunque volver a la normalidad es tentador, y olvidar rabia y el miedo que vende el presidente, no deja de ser un mensaje aburrido, tibio, de retroceso, insuficiente y sin aire a futuro. A este paso le entregarán la reelección en bandeja.

Los temas calientes de esta campaña son la inmigración y la economía. Sobre estos pilares es necesario construir un cuento nuevo. De entender que el mensaje de ‘Hope’ de Obama se diluyó tras la frustrada campaña de Hillary Clinton, que no entendió nunca que la coalición de razas y edades que llevó dos veces a la victoria al anterior presidente no se podría replicar. Obama triunfó a base de su carisma, su historia personal y una campaña que, como la de Trump, entendió muy bien a sus votantes. Pero también porque pintó una grandiosa visión de país, que aunque luego resultara inalcanzable generó una ola de esperanza que alcanzó para dos triunfos electorales. No hay un Obama en el nuevo grupo, pero sí existe la oportunidad de construir una versión nueva de un país cambiante, cada vez más diverso, y más insatisfecho, y los candidatos la están desperdiciando. Deberían tomar ejemplos de los discursos de Franklin D. Roosevelt, que dibujó un país nuevo en medio de un momento económico mucho más complejo que el actual. Un gran vendedor, Roosevelt construyó un plan enfocado en el futuro, el progreso y el cambio, que resumió en su famoso llamado a la acción:  “Esta generación de americanos tiene una cita con el destino”. De lo contrario, el país y el mundo tendrán cuatro años más de escándalo, indisciplina, e improvización.

Sigue en Twitter @Muni_Jensen