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Gente del común

Confieso que el lunes después del resultado del plebiscito, no me hallaba,...

18 de octubre de 2016 Por: Miky Calero

Confieso que el lunes después del resultado del plebiscito, no me hallaba, tenía una tristeza metida muy dentro de mi ser. No entiendo los argumentos para no querer votar por el Sí a unos acuerdos para parar una guerra, debe ser que soy muy iluso o muy soñador.Me dio la caminadora, me puse los tenis y eche a andar. Baje de la montaña donde vivo, al barrio Bellavista, con frecuencia me siento a hablar con la gente en una pequeña tienda de barrio donde venden los mejores pandebonos. Al final de la tarde allí van llegando, los jardineros del Mameyal, los asalariados, la gente del común, los que no tienen ínfulas de nada, personas que tienen una visión muy distinta de los de ‘estratos más altos’. Gente buena, respetuosa, amable y humilde. Todos se saludan, se toman una cerveza o una cola y a veces alcanza para otra. No están pegados de su celular viendo cual es el comportamiento de la bolsa o si subió el dólar. ¡Gente buena!Ese mismo día seguí mi caminata y paré donde varios vecinos del barrio jugaban una mano de domino en el antejardín de una sencilla casita cobijada por un bello almendro. Cuatro jugaban y diez observaban con concentración para ver en qué momento podía ellos entrar. La gente pasa caminado después de un largo día hacia sus casas con una sonrisa y un saludo en sus bocas… Eso no se ve en Santa Teresita ni en Ciudad Jardín, ¡chinazos carachas!El martes, al otro día, decidí irme caminando hacia mi oficina en el barrio El Lido, unos ocho kilómetros de un recorrido delicioso y fresco por la circunvalación. Bajaba unos escalones para llegar a la avenida cuando una señora afanada que venía atrás de mi se rodó y cayó a un pequeño hueco, inmediatamente la socorrí y le sugerí que se quedara allí tendida porque recibió un golpe duro en la cabeza, después de unos minutos me pidió que la ayudara a parar, lo hice y me ofrecí a acompañarla a su casa ya que estaba muy raspada, dijo que ni de fundas, no quería que la echaran del trabajo, cojeando se trepo al MÍO.Más adelante en una subida, un motociclista empujaba su moto, me acerque a ayudarle porque lo vi muy cansado, cuando coronamos la cuesta me contó que un mecánico se la dejó mal arreglada y no le devolvió la plata, le pregunte qué iba a hacer, dijo que seguiría empujándola hasta el batallón donde trabajaba. Gente berraca que de verdad se ganan el pan con el sudor de sus frentes.Ya el miércoles amanecí mejor porque definitivamente juntarse con ‘gente del común’ es un alivio para el alma y una razón más para seguir soñando con un mejor país para todos.