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Un mundo de historias

Robert McKee tiene 70 años. Según él, en honor a su origen...

7 de marzo de 2012 Por: Melba Escobar

Robert McKee tiene 70 años. Según él, en honor a su origen irlandés, tuvo la barba roja y el pelo espeso. De aquella época le quedan unas cejas pobladas, una voz potente y el porte de un hombre de Estado, o de una estrella de cine de las de antes. Sus alumnos en Hollywood han ganado 32  premios Oscar y 158 Emmy. Su libro ‘Story’ (‘El Guión’, en español) ha sido traducido a varios idiomas y su seminario, con el mismo nombre, ha llenado auditorios en dos continentes.Esta semana, por segunda vez, dicta un seminario en Bogotá. El año pasado cerca de 500 personas llenamos el teatro Jorge Eliécer Gaitán durante cuatro días. Este año se repite el efecto. Además de hablarle a 1.000 personas en menos de un año en Colombia, McKee tendrá sesiones de trabajo con varias empresas y prolongará su estadía por una semana. Inevitable preguntarse por qué tanta gente quiere escribir, o bien escuchar sobre un oficio que de entrada resulta especializado y críptico.Quizá la respuesta está en una frase de McKee, “El diseño de la historia es un espejo de la mente humana”.Ya lo dijo Aristóteles, esta costumbre de contar historias es realmente lo que nos diferencia de los animales. Basta ver los petroglifos en las rocas milenarias; ya en la antigüedad los seres humanos necesitábamos contar: sus dibujos dicen que cazábamos, que nos abrigábamos con pieles. Miles de años más tarde vendrá el psicoanálisis, y con él esa costumbre de tumbarse en un diván a contar la propia existencia. Por supuesto están la novela, el cine, el teatro.Las historias nos han acompañado siempre. Son las que nos acercan a una noción de la vida como una experiencia emocional cargada de sentido; nos permiten ver la complejidad de lo que somos, las contradicciones que nos habitan, las muchas maneras de reaccionar ante los mismos conflictos. Son lo más parecido a una escuela de educación sentimental. No en vano dice McKee, “Cuando la gente le busca sentido a su vida, va al cine”.Es por esto que cuando ya las grandes ideologías no nos mueven en masa como antes, ya no se trata de ser de derecha o de izquierda, católico o protestante, homosexual o heterosexual, pues cada uno tiene su propio credo personal y sus propias causas de lucha, son las historias las que nos congregan, nos permiten identificarnos con otros y construir unos imaginarios comunes, una identidad colectiva.Así, existe la comunidad de ‘Harry Potter’, los que leen fervientemente a Paulo Cohelo, los que han visto todas las películas de David Lynch o los que todo lo saben sobre ‘La guerra de las galaxias’. También están los que se informan con La Silla Vacía, los que sólo leen El Tiempo, los que leen de todo y los que no quieren informarse. Hay quienes lloran en los comerciales, en las telenovelas o en los especiales de Pirry; otros sólo lloran cuando eliminan a su preferido en ‘Yo me llamo’. No falta quien dice haber encontrado el perdón y la paz interior en algún libro de autoayuda, en la poesía de Omar Kayam o, por qué no, en las novelas de Alejandro Dumas.Somos el resultado de las historias a las que nos exponemos a diario. Somos, nosotros mismos, una historiaque se cuenta cada día. No en vano dijo Borges que la Biblia es la mejor historia de ficción que se haya escrito. Si no tenemos una buena historia de donde agarrarnos, no tenemos nada.