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Frases de cajón

El desafío de un periodista hoy día parece ser el que hace...

15 de abril de 2015 Por: Melba Escobar

El desafío de un periodista hoy día parece ser el que hace unos años fuera su primer mandamiento: salir a la calle. La mezcla entre redes sociales, cables de todo tipo, televisión, radio, noticias cada vez en formatos más diversos y opiniones que todos producimos y amplificamos, han hecho que vivamos más ensimismados. Nos sentimos más enterados, más cercanos, más informados; incluso, hay que decirlo, más ofendidos, indignados, abanderados de una verdad cualquiera que nos tragamos en una cápsula de 140 caracteres y la volvemos nuestra causa. Cada día leo las frases que la gente replica en las redes sociales: frases sobre la injusticia social, sobre el terrorismo, sobre el amor, sobre el veganismo, sobre el cuidado y la solidaridad, frases en contra de la guerra, frases que se multiplican como en una tienda de Hallmark, pero esta vez con una intención que va más allá de desearte un feliz cumpleaños o felicitarte por tu grado: son frases que pretenden “sensibilizarte” (palabra fea esta), o bien que pretenden dictaminar algo sobre quien las escribe: su bondad, sus fuertes convicciones.Pero supongo que no se puede culpar al periodista por irse alejando de la calle. Todos lo hemos hecho. Absortos, el cuarto de hora de bondad se va en replicar una cadena con buenos deseos, o en indignarse en voz alta y pasar a otra cosa.A medida que nos hemos ido alejando de la calle, de las personas y sus historias de vida, de ese humanismo consciente, solidario y compasivo del cual está hecho el verdadero periodismo, vamos aumentando un discurso disociado. Acabamos por escribir sobre la pobreza sin haberla visto nunca, pontificar sobre las regiones sin haber viajado, hablar por los homosexuales sin conocer a ninguno.Y es así como llegamos a un noticiero del fin de semana, donde dos de las noticias del pasado domingo fueron: una alarma que lleva dos días sonando en Soacha (tan centralizado es este país que les parece una obviedad siquiera aclarar donde queda Soacha), justo para seguir con otra nota sobre un hueco muy grande en la carrera 30 (tampoco explican que se refieren a un municipio integrado a Bogotá).Me pregunto qué piensan los 34 millones de colombianos que no viven en la capital. ¿No existen? ¿No suceden cosas medianamente más noticiosas en sus municipios, veredas, departamentos? Hay una arrogancia en ese centralismo despectivo, pero también en esa sensación de que noticia es cualquier cosa que pasa frente a nuestras narices. Más y más los periodistas hablamos y miramos desde la distancia, sin ir a conocer, sin entender, sin ver en la gente una historia, una vida, una realidad muy específica que solo entendemos escuchándola, sintiéndola, viviéndola en carne propia. Trabajos como el de Alfredo Molano, son ejercicios de cercanía, de compasión y respeto que merecen ser valorados en un país donde se sienta a personajes cargados de odio como Fernando Vallejo a hablar sobre paz, un hombre que renunció a la nacionalidad colombiana por su desprecio a un país: “Asesino, oportunista y traidor”. Lo que necesitamos son más Alfredos Molanos, más Nicanores, más Carlos Gavirias, personas que profesan la tolerancia y el respeto, y menos Vallejos, dedicados a las frases de cajón incendiarias con pretensiones intelectuales. Porque como dijo en su momento Nelson Mandela, “El arma más poderosa no es la violencia, el arma más poderosa, es hablar con la gente”. Ojalá los periodistas recordáramos esto más a menudo.