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El espíritu de la paz

No conozco a nadie, ni siquiera del Centro Democrático, que al menos...

10 de diciembre de 2014 Por: Melba Escobar

No conozco a nadie, ni siquiera del Centro Democrático, que al menos en abstracto diga no apoyar la paz. Sin embargo, en estas épocas del año y por razones que ya todos conocemos, empezamos a desesperar, nos gana la desconfianza, la fatiga; no es para menos, las Farc llevan la paciencia de la sociedad civil a límites imposibles con sus ataques, el secuestro, sus exigencias. Y, sin embargo, ya estábamos advertidos. Se trata de lo que Santos ha llamado “tragarse unos sapos”, es decir, comprender que la consecución de la paz pasa por la aceptación de algunas condiciones que si bien no son las ideales, son imprescindibles para ponerle fin al conflicto. El alemán Claus Kress, uno de los creadores de la Corte Penal Internacional, lo expresó así: “La prioridad es el fin del conflicto y no la aplicación de estándares ideales de justicia”. Considera que la Corte Penal Internacional no tiene una salida clara para el conflicto colombiano. Es decir, no hay un modelo a seguir, estamos ante un caso sin precedentes en la historia, la guerrilla más antigua del mundo no se ha desmovilizado antes, tenemos que inventarnos la salida, pues esta no ha sido diseñada. En días pasados, a raíz de la mención del Presidente sobre hacer del narcotráfico un delito conexo a los delitos políticos, una oleada de críticas le llovieron al gobierno y, en particular, a su máximo representante. La reacción vehemente, casi agresiva de algunos periodistas, mucho se aleja del ideal de ecuanimidad esperada por parte de los medios en una época en que el proceso de paz se ha visto malherido. Sin que los medios tengan la obligación de militar por la paz, tampoco deberían hacerle contrapeso. Si se mira atrás, el camino recorrido ha sido largo, el más largo de los seis procesos que se han intentado con las Farc, el más promisorio de todos los anteriores, donde a pesar de la constante confrontación política, de una corrosiva oposición a los diálogos y los continuos intentos de saboteo por parte de las Farc al querer reafirmar su poderío cada vez que se va a discutir un punto crucial de la mesa, lo cierto es que la negociación continúa y si bien las críticas son bien recibidas, no deben poner en peligro lo avanzado. Sin duda la desconfianza es explicable, la frustración la sentimos todos, los actos de violencia nos tienen hastiados, pero no hay que olvidar que si seguimos resistiendo podremos tener la paz firmada antes de dos años, con lo cual se podrá pasar a atender los temas verdaderamente importantes que aquejan al país sin excusas que valgan. Si parte de las concesiones implican que quienes hayan participado en delitos conexos al narcotráfico puedan hacer política, entonces que así sea. ¿No lo hicieron ya algunos representantes vinculados al grupo dirigido por Mancuso, con 94 masacres a su haber, 954 desapariciones forzadas, 7.048 desplazamientos? Como bien lo dijo el presidente Santos “la reconfiguración no entra en el campo penal, no afectará los derechos de las víctimas y no generará impunidad”. Una cosa es entender que no habrá impunidad a crímenes de lesa humanidad, otra muy distinta esperar que quienes llevan 53 años luchando dejen las armas sin tener a cambio la posibilidad de participar en política. Como bien dijo Santos “hay que tragarse unos sapos para lograr la paz”. Pues ha llegado la hora de tragárselos. El primero y mayor derecho humano, el de la paz, pasa por ese trago amargo.