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¿De lejos se ve más claro?

Que el paro minero ha sido infiltrado por las Farc, que detrás...

24 de julio de 2013 Por: Melba Escobar

Que el paro minero ha sido infiltrado por las Farc, que detrás de Dignidad Cafetera están los grandes cafeteros y sus intereses personales, que la minería ilegal –con los paramilitares al mando— está detrás de las manifestaciones, que el senador Robledo las apoya porque tiene intereses personales detrás, que realmente es la pequeña minería exigiendo que se respeten sus derechos, que el Gobierno incrimina a Robledo para mostrarse de derecha, que la ausencia de Estado es la culpable de todo como lo ha sido siempre, que todos los problemas tienen a las Farc como primera causa, en fin, quien se asome a medios impresos por estos días, se topará con un buen número de columnas hablando de las manifestaciones y paros nacionales recientes y por venir, donde se exponen desde distintos ángulos toda clase de teorías para explicar lo que está ocurriendo en el Catatumbo, en el Chocó, Arauca, Antioquia, el Valle o donde sea. También en la radio entrevistan a expertos, y entre expertos de un tema y de otro, expertos que hablan o que escriben, todos opinamos una cosa y la otra, nos llenamos de argumentos a favor o en contra, en este juego de hinchas tan voraz y sesgado que es siempre la opinión. Tomo una frase de Serrat que vi hace poco en la prensa: “De lejos dicen que se ve más claro”. Y sí, tal vez se cree con arrogancia que de lejos se ve más claro, desde Bogotá, así como desde Cali, Medellín o cualquiera de las principales ciudades del país, columnistas de opinión leemos a otros columnistas de opinión, editorialistas leen a otros editorialistas, en un círculo más bien estrecho de opiniones que alimentan opiniones, miradas que se complementan, se contradicen y se niegan. Ya en su momento lo dijo el periodista francés Romeo Langlois, “en Colombia hace falta reportería, no se cubre el conflicto”. Y no solo el conflicto. Los noticieros se limitan a contar que al Catatumbo llegaron siete mil cajas de comida. Que van 44 días o 47 o 42 días de paro. ¿Pero dónde están las entrevistas a los manifestantes? ¿Dónde las crónicas de cómo es ese día a día, de quien habla con quien, de cómo intervienen los gremios, de cuál es realmente el papel de las Farc? Es imposible hacerse una idea de primera mano de lo que ocurre en las regiones, pues no tenemos información suficiente para forjarnos una opinión. Es por eso que todo queda en manos de los editoriales y las columnas, donde seguimos mirando el país desde lejos, como si no fuera nuestro, como si fuera un territorio hipotético sobre el cual un puñado de personas decide su destino desde la distancia. ¿Cuándo vamos a dejar de darnos por bien servidos con un espacio de 30 segundos en el noticiero, con una llamada telefónica al aire en la radio de la mañana? ¿Es eso realmente suficiente para conocer lo que está pasando en las montañas, en las selvas o en las llanuras colombianas? ¿No es extraño que a menudo para saber qué está pasando aquí haya que buscar en medios internacionales? ¿Por qué con frecuencia son periodistas de otras latitudes quienes más y mejor informan sobre lo que ocurre en Colombia? Quizá no hay una respuesta clara y, sin embargo, la pregunta deberíamos hacérnosla y empezar a responderla para dejar de hablar desde la distancia de realidades a menudo tan nombradas como desconocidas.