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Postal de La Alhambra

En el patio de este pequeño café árabe al pie de La...

30 de mayo de 2013 Por: Medardo Arias Satizábal

En el patio de este pequeño café árabe al pie de La Alhambra, parece que siempre está lloviendo; quizá llueve ahí desde los tiempos de Almutamid, de Yusuf Ibn Tashufin, de Abdalá de Granada, o se trata solo de una ilusión, entre el humo de los narguilés y de las pipas con sabores frutales dispuestas en el piso, sobre breves tapices. “España tuvo la suerte de ser, al tiempo, celtibérica, mora y judía”, reza un pensamiento en la pared ahumada por el humo del té.Sobre un mostrador de madera se alinean tazas de vidrio, en colores, dispuestas en bandejas, y en los compartimentos se pueden ver ‘mamules’ y tabules, pastelitos de almendras y más de cincuenta variedades de té. Este lugar está en la parte más llana del Albaicín, el barrio que es como cinco veces San Antonio en Cali, con el mismo trazado de zoco árabe que ser rebela ante el tiempo, con sus casas de patios amplios donde hoy Granada ha dispuesto bellos restaurantes de lámparas colgantes en la noche, tiendas de arte, pequeños museos, lugares donde es preciso encontrar textos sobre la historia del flamenco, o acerca de la vida de un granadino, cuya efigie viaja hoy en buses de turismo: Federico García Lorca, el hijo de Fuente Vaqueros.El viento de la noche trae hasta aquí risas, voces dispersas, porque es sábado y se han abierto todas las botellas, los Riojas, tempranillos, manzanillas sevillanas, Jerez, y también se encienden los puros en las sobremesas. España charla, canta y baila Albaicín adentro, como preparación a la noche que trae perfumes de romero y canela, de limoneros en flor, de bacalao en salmuera y aguas de colonia.La apoteosis del Albaicín, culmina en la colina, con un foso natural que la separa del esplendor de La Alhambra, la ciudad (medina, en árabe), amurallada, culminada a mediados del Siglo XIV, donde está el palacio en el que las dinastías Nazaríes soñaron un mundo de amor y rayos de luz sobre jardines donde cantaba -canta todavía- el agua. Fueron 800 años de dominación árabe, que culminaron justamente aquí, en 1492, con la victoria de los reyes católicos sobre las huestes de Boabdil. Los musulmanes habían entrado aquí en el año 38 del Siglo XIII, por la Puerta de La Elvira. Al momento de su caída, la cruz católica fue alzada sobre minaretes y mezquitas. De los califatos quedó la mampara de rejilla a través de la cual el Imán hacía su retahíla sagrada, los arcos de mármol y lapislázuli, los textos del Corán escritos en oro en los cielorrasos, y un rumor lejano de tropas vencidas.A través de qué misterio de la ingeniería y la matemática, los árabes pudieron “subir” hasta la colina donde está La Alhambra, el agua del río Lanjarón, la misma que discurre hoy menudita entre canales que cantaron al oído del poeta Borges, es otra pregunta.Aquí se filmaron escenas gloriosas de la película ‘Ben Hur’; sus habitaciones, oratorios patios, fuentes y aposentos, fueron motivo de inspiración literaria para el autor estadounidense Washington Irving, quien vivió un tiempo aquí, con licencia del gobierno español, y pudo al final escribir un maravillo texto, conocido como ‘Los cuentos de La Alhambra’.Una de las fuentes interiores, donde borbota el agua con una música antigua, tiene aún manchas de sangre seca en la piedra. Cuenta la historia que ahí un príncipe árabe vengó con un crimen la infidelidad de su mujer. La fuente se ha convertido en un lugar donde los visitantes arrojan monedas y piden deseos, casi siempre relacionado con cuitas de amor, o hacen una promesa de fidelidad.Desde el Albaicín, La Alhambra es un incendio de oro en la noche.

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