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Pelé, ‘O mais grande’

A diferencia de muchos chicos no mayores de 20 años que no...

26 de enero de 2012 Por: Medardo Arias Satizábal

A diferencia de muchos chicos no mayores de 20 años que no saben quién fue Edson Arantes Do Nascimiento, Pelé, un jugador de fútbol que nació en Tres Corazones, Mina Gerais, Brasil, pero que deliran hoy con las argucias de Messi, tengo el privilegio, como tantos, de haber visto jugar a ambos. Una experiencia que permite comparar.Decían los viejos que “la comparaciones son odiosas”, pero a los periodistas deportivos les encanta, de cuando en cuando, crear polémicas para mantener distraída a la grey que va a los estadios, desayuna, almuerza y come fútbol.El debate de ahora tiene que ver con el asunto de si Messi es más grande que Pelé. El Rey se ha despachado con una sentencia impropia de su carácter discreto y sencillo, delante de periodistas argentinos: “Cuando Messi marque 1.284 goles y gane tres mundiales, hablamos…”. Para mayor escozor, el otro día excelso director técnico de la selección, Menotti, ha dicho lo propio. Que la comparación es ridícula… que Pelé es y será el mejor.Pelé, que conoce bien la idiosincrasia gaucha, donde el fútbol es una religión, ha descartado además que tenga sucesores: “Mis padres murieron hace tiempo”, ha dicho, para corroborar que no hay manera de recuperar el molde. A Pelé lo hicieron y botaron la llave. El asunto es como comparar, ya en el terreno de la música, a Papo Lucca con Eddie Palmieri, o a Markolino Dimond con Lino Frías. Cada uno tiene sus virtudes, únicas e incomparables.Lo mismo digo de Messi; lo he visto arrancar desde media cancha, driblar a siete, pararse en esa esquina izquierda de las dieciocho a dar el pase preciso o hacerle un sombrerito al portero, el mismo que no sabe si está delante de un jugador de carne y hueso, o frente a una creación desaforada del Nintendo. ¡Ah!, pero Pelé hacía lo propio, sólo que antes de iniciar esta expedición, saltaba para recibir el pase en el pecho. Sacaba una mano invisible y se lanzaba en pos del gol con una pasión que sólo se conoció en el Maradona de hace 25 años.Estas dos glorias han jugado en mundos diferentes; cuando Pelé vino a Cali con el Santos, por primera vez, la panela era cuadrada, los guayos tenían taches metálicos con revestimiento de cuero, se jugaba con suspensorio y medias altas, y el balón pesaba como cuatro libras. Hoy, la industria del deporte produce guayos livianos y los balones, superligeros, pueden ser cabeceados hasta por un niño.Es posible que Messi no llegue a ganar nunca un Mundial con la selección de su país, atemorizado por la presión que experimenta al tener a todo un país encima. En la selección, además, no tiene juego. Argentina tendría que nacionalizar a Xavi, Iniesta y Villa, para llevar ahí la fórmula ganadora del Barça. Culminar un Mundial sin marcar goles, sin gloria y con la crítica argentina devorándolo, no puede ser borrado por su extraordinario desempeño en las copas europeas donde ha merecido en distintos años el Botín de Oro.En este rosario de fracasos de Messi con su selección, se le ha tildado de apátrida. Lo han filmado impasible al momento del himno gaucho. Que no canta el himno nacional, que es más catalán que argentino; en fin. De todo se le ha dicho y él continúa ahí, sin decirle a nadie cómo descubrió un día la tronera del gol, esa rosaleda llena de espinas donde el atleta no puede detenerse a escuchar cantos de pajaritos. Messi está hoy solitario en ese secreto, un mundo difícil donde es necesaria la inspiración, la misma que intenta hoy el colombiano Radamél Falcao en el Atlético de Madrid.Si toca elegir, el palmarés es para Pelé. Hasta hoy el más grande.

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