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Nuestro ‘titán’

Junto a Ramsés II, Confucio, Aristóteles, Ciro El Grande, Buda, Gengis Kan,...

9 de enero de 2014 Por: Medardo Arias Satizábal

Junto a Ramsés II, Confucio, Aristóteles, Ciro El Grande, Buda, Gengis Kan, Jesús, Mozart y Napoleón, aparece un colombiano en el libro ‘Titanes de la historia’, de Simón Sebag Montefiore. No se trata de Gabriel García Márquez, Álvaro Uribe o la Hermana Laura; el escogido fue Pablo Escobar.Al leer el texto uno se da cuenta que Montefiore no sólo tuvo en cuenta a los bienhechores que cambiaron el mundo, sino también a los malhechores, pues aquí están también Barbarroja, Vlad El Empalador, Al Capone y Hitler.De nuestra representación en ‘Titanes de la historia’, Montefiore dice: “El criminal más poderoso, rico y homicida del Siglo XX, fue el señor colombiano de la droga que se erigió en cerebro y piedra angular del tráfico internacional de cocaína…”. Y agrega: “Se mostraba totalmente implacable ante quienes suponían amenaza alguna -por pequeña que fuese- a su posición: después de descubrir que uno de sus criados robaba plata en uno de sus palacetes, hizo que lo ataran y lo lanzasen a la piscina, de donde no lo sacaron hasta que se ahogó”.El retrato de Stalin no es menos impactante. Dice que el hijo del zapatero era maestro de la represión más brutal, la conspiración sutil y la manipulación política: “Aquel hombre de escasísima estatura, rasgos inescrutables y ojos color miel capaces de enrojecer de ira, fue un hombre triste, paranoico hasta la locura, cínico e implacable…” Montefiore clava banderillas negras a Putin, por ensalzar a Stalin como el dirigente ruso “más notable del Siglo XX”. Si alguna vez usted se impresionó con el monumento ecuestre a Santa Juana de Arco en la catedral de Notre Dame en París, los datos que aparecen en este libro no son menos impactantes. Se entiende por qué la iglesia la elevó a los altares. Juana, católica convencida, recibió un mensaje divino según el cual debía salvar a Francia de los invasores. Se puso al frente de los ejércitos, invencible, con una fortaleza y una seguridad que hizo correr a sus enemigos. Corrió entonces por Europa la conseja, según la cual las tropas francesas estaban comandadas por una bruja.En este volumen que a inicio de año me ha traído Felipe Domínguez Zamorano, se entiende que la importancia de Churchill iba más allá de la política como un ejercicio plano, de manejo de masas. Montefiore le confiere suma importancia a una frase de John Fitzgerald Kennedy, según la cual la lengua inglesa alcanzó difusión universal. JFK aseguró que Churchill fue quien envió “la lengua inglesa al campo de batalla…”.Einstein aparece en sus años juveniles, como un chico de clase media judía, objeto de burlas en Munich. Lo llamaban “tontarrón” porque su propia familia advertía en él características de un “bueno para nada”. Acerca del supuesto ateísmo de Einstein, Montefiore asegura que, por el contrario, tenía un concepto diferente de Dios, al que llamaba “der alte” (El Viejo). El Dios de Einstein: “El científico esta poseído por la sensación de causalidad universal. Sus sentimientos religiosos adoptan la forma de un asombro entusiasta ante la armonía de las leyes naturales, que revelan una inteligencia tan superior, que, en comparación con ella, todo pensamiento o actuación sistemáticos del ser humano, no son más que un reflejo en extremo insignificante…”.Hoy en Italia, Ferrara es un pueblo reconocido por ser uno de los lugares del mundo donde más se usa la bicicleta; fue esta la tierra del dominico Girolamo Savonarola, el precursor de la “república cristiana”, el que envió el arte a la hoguera. En su pira ardieron obras de Boticelli y Miguel Ángel. Siempre pensó que el Renacimiento era el inicio de la perdición.La muerte de Buda, por indigestión, después de comer cerdo, queda aquí confirmada.

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