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“Marca dos brazas”

Alguna vez Ernest Hemingway dijo una frase que a muchos pareció temeraria,...

2 de abril de 2015 Por: Medardo Arias Satizábal

Alguna vez Ernest Hemingway dijo una frase que a muchos pareció temeraria, pero que la historia, lentamente, se ha encargado de confirmar: “Antes de Mark Twain no teníamos nada… Toda la literatura estadounidense viene de un solo libro: Huckleberry Finn” (1884).Algo parecido expresaron William Faulkner, sureño como él, y Norman Mailer. El autor de ‘Luz de Agosto’, declaró que todos los escritores norteamericanos descienden de Mark Twain: “Somos sus herederos”, enfatizó.Lo expresó, con la seguridad del escritor y del analista que en un solo libro vio en ese narrador venido desde Hannibal, un pueblo de las riberas del Mississipi hasta el noroeste de los Estados Unidos, en la región de Connecticut, conocida también como Nueva Inglaterra, a un pionero, al encargado de poner las cosas en su sitio, en una época en que la literatura era también un apéndice de la Iglesia, una monserga más entre el fervor del puritanismo.Twain había nacido el 30 de noviembre de 1835, en Florida, Missouri, como un hombre del Sur, de las provincias más empecinadas en la preservación de la esclavitud, como un testigo lujoso de lo que fue una región de amos y esclavos, señores y siervos, con una mentalidad, una división de tierras y una arquitectura que pudimos apreciar en la novela de Margaret Mitchell, ‘Lo que el viento se llevó’, publicada en junio de 1936, y hecha célebre en la película protagonizada por Clark Gable y Vivien Leigh.El escritor fue piloto de barcos de rueda, linotipista, periodista, y al igual que Jorge Isaacs, también fue tocado por la fiebre del oro. Se le vio en las minas, como gambusino, atareado en busca de sus pepitas de oro por los grandes ríos; el oeste norteamericano era una promesa de fortuna para muchos, y el oro y la plata eran perseguidos por quienes eran jóvenes y soñaban con riqueza, seres como Twain, en busca de un camino, desde temprana edad. Cinco años antes de su nacimiento, había venido al mundo una de las poetisas más importantes de Norteamérica, la misma que, sin proponérselo, fue pionera también de la literatura en verso en esta parte del mundo. Murió sin saber que su poesía, la misma que había escrito en secreto, pues muchos de sus poemas de amor estaban dedicados a un pastor protestante, casado y amigo de su padre, fue el camino para la literatura de muchas voces en esta parte del mundo.En Amherst, Massachussetts, quedan aún los rosales de Emily Dickinson, los mismos que cuidaba con devoción, con la misma delicadeza que imprimía en sus cuadernos, lo que para ella era el amor.Su casa, de dos niveles, deja ver al fin del invierno la llegada de los Robins y de los Blue jets, pájaros rojos y azules que buscan nido bajo los aleros. Senderos bien delineados conducen a la puerta de columnas jónicas que sostienen una pequeña terraza, como se estilaba en las viejas construcciones de nueva Inglaterra, donde ella salía en los veranos a tomar limonada y a leer la Biblia.El mismo nombre ‘Mark Twain’, seudónimo de Samuel Langhorne Clemens, hizo parte de la jerga de los negros marineros del río Mississippi, y traduce “marca dos brazas”, o sea, la medida necesaria para la navegación fluvial. En uno de los tiempos más difíciles para los afroamericanos, pues el mismo Twain se vio envuelto en la guerra de Secesión que marcó el fin de la esclavitud en esas tierras, entre 1861 y 1865, este autor tuvo el valor de incorporar a sus creaciones, la figura de un negro, Jim, el mismo que en circunstancias cotidianas, se hace amigo de Tom, Tom Sawyer, el niño que anuncia desde sus travesuras en el sur, las epifanías del mundo americano.

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