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Malcom vs. King, de nuevo

Decía que el poder estaba “en el cañón de una pistola”...

21 de agosto de 2014 Por: Medardo Arias Satizábal

Decía que el poder estaba “en el cañón de una pistola” y fue uno de los primeros estadounidenses que, ataviado con un traje talar, se atrevió a condenar la sociedad de su tiempo, además de poner flores negras sobre la tumba de Kennedy recién asesinado: “Ha muerto el demonio blanco”, dijo, y rehusó retractarse cuando Farrakan, su jefe espiritual, le pidió bajar el tono y firmar un comunicado de respeto ante el luto nacional.Su figura ha vuelto a recorrer, como un fantasma, la pequeña localidad de Misuri, donde un agente de policía disparó en seis ocasiones contra el joven afroamericano, Michael Brown. Ferguson -21 mil habitantes- hasta hace poco anónimo en el mapa del mundo, ocupa hoy los titulares de la prensa mundial, por cuenta de diez días de ira y desobediencia civil, la misma que ponderó en su momento el poeta naturalista Henry David Thoreau.Misuri es “deep south” –sur profundo- la misma tierra donde William Faulkner recreó el mundo del condado, imaginario, de Yoknapatawpha. Ahí, en esas tierras donde pudo transcurrir la historia de “El ruido y la furia”, se ha vuelto a sembrar la semilla de la ira, la misma que parecía enterrada por casi 50 años de paz racial.Malcom Little había nacido un 19 de mayo de 1925 en Omaha, Nebraska, en medio de una barriada de mayoría blanca. Una noche despertó sobresaltado, presa de nervios, al ver resplandores de fuego en la ventana de su casa. Su madre corría con baldes y su padre no hallaba qué hacer. Al mirar hacia afuera, vio una cruz de fuego ardiendo y, en segundos, observó cómo caían, hechos pavesas, los últimos escombros de su casa. En silencio, se juró así mismo “que no descansaría” hasta no vengar aquel acto de barbarie que acababa de infringirles el grupo supremacista Ku Klux klan. La vida que va de su adolescencia al momento en que aparece en la escena política de los Estados Unidos, está cubierta por una niebla que hoy apenas, 49 años después – Malcom fue asesinado en su iglesia el 21 de febrero de 1965- viene a develarse. En el tiempo en que no asomaba en su vida ninguna intención política, se dedicó en Kansas a la vida febril de los bares negros, al swing y el ragtime. Se conocen ahora fotografías de esos tiempos turbulentos, cuando se hizo delincuente. Portaba en la pretina del pantalón una pistola, vestía trajes holgados, fumaba un puro de vez en cuando y lucía zapatos de dos tonos. Quizá quería parecerse un poco a Charlie ‘Bird’ Parker, el extraordinario jazzista que agonizaría en el hospital Bellevue de Nueva York, mientras escuchaba, lejano, el pito de un tren. Fue por primera vez a la cárcel e hizo de esta una forma de vida, su “universidad”. Por primera vez cayeron en sus manos textos de Sófocles, Platón y el que cambiaría su vida por siempre, el Corán, con el que recibió la fe musulmana.Existen dos Estados Unidos en la memoria de las luchas por los derechos civiles; el de Malcom X –decidió que ese fuera su apellido para abjurar de toda dependencia esclavista- con Clay, ya Muhammad Alí, rumbo a la cárcel por negarse a ser reclutado en Vietnam, los atletas John Carlos y Tommie Smith, sus puños con guantes negros en alto, Juegos Olímpicos de México, 1968, endoso de triunfo a las Panteras Negras, y el sur del Reverendo King, en su discurso pacifista, inspirado en el Mohandas Gandhi.Ambos, Malcom y King, cayeron a tiros. Ahora, Estados Unidos teme que la ira de Ferguson contagie a las grandes barriadas negras de Nueva York.

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