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Libros de cabecera

Quizá terminará el 2011 y no alcanzaré a leer, como en el...

27 de enero de 2011 Por: Medardo Arias Satizábal

Quizá terminará el 2011 y no alcanzaré a leer, como en el 2010, los libros que me esperan con sus separadores ansiosos sobre el nochero, a una distancia precisa de la mano. Sus títulos hablan de aficiones, de amistades; ‘Primer viaje en torno del globo’, de Antonio Pigafetta; ‘El país de las últimas cosas’, de Paul Auster; ‘El museo de la inocencia’ de Orhan Pamuk, préstamo de Juan Fernando Conde; ‘La casa de las bellas durmientes’, una relectura obligada de Kawabata, después de la versión Caribe de Gabito; ‘Ángeles y demonios’, libro vendidísimo, el cual he tratado de culminar, no para deleitarme, sino para saber de qué se nutren los ‘autores exitosos’; los ‘Ensayos escogidos’, de Rogerio Velásquez, libro de la colección de Autores Afrocolombianos, con prólogo de Germán Patiño -buenísimo, para avanzar despacio-; ‘El guardián entre el centeno’, de J.D. Salinger, para leer todos los días, junto a ‘Morada al sur’, poema necesario cuando asalta el desencanto frente a la actual poesía colombiana. Ahí, también, ‘La bruja de Portobelo’, de Paulo Coelho, ‘Saudades’, poemario de Héctor Fabio Varela; los cuentos de Ignacio Izquierdo, ‘Legado de pájaro’, para leer con la conciencia de que se está frente a un gran escritor desconocido, el exhaustivo ensayo histórico de Armando Barona Mesa, sobre Miranda -¿Lo conoce ya la Academia de Historia?-, y la antología de Pepe Zuleta, ‘Emprender la noche’, donde nos dice que “nada es más abierto que un árbol, más dispuesto a que todo lo transite”, incluido “el albedrío de la lluvia…”.Desde hace muchísimo años, ejerzo el compromiso de leer a mis amigos; busco en sus libros una frase, un instante, un momento feliz, y me doy cuenta que casi todos ellos son grandes escritores, a veces adormilados por los cantos del platanal, y sin ninguna maquinaria publicitaria que los dispare al escenario de lo que Vargas Llosa denomina “La cultura del espectáculo”. Pero están ahí, incisivos, divertidos, llenos de humor, como ocurre con el libro ‘De cómo ser feliz aún estando casado’, de Juan José Saavedra, un volumen que conocí en primera instancia, hace unos 20 años en la Cámara de Comercio de Cali, y que aparece ahora, remozado, con prólogo de Ernesto Fernández Riva. Mi premura por releerlo tiene que ver con el hecho de que asistí al ‘parto’ del libro en los talleres de Feriva. Recibí el primer ejemplar y desde que llegó a casa mi hija Gabriela lo ha tomado como suyo, pues ríe con él de la mejor manera. Si un libro nos hace reír, concluyo, está cumpliendo ya con el más noble de los propósitos literarios. Este 4 de febrero, en compañía de Adolfo Vera presentaremos esta estupenda selección de textos de Juan José, en la Sociedad Médica del Pacífico.Recientemente en Roldanillo, Elmo Valencia me hizo conocer también su libro ‘Bodas sin oro’, en el cual da conocimiento de los primeros 50 años del Nadaísmo. Hicimos una lectura para conmemorar los 30 años del sueño de Rayo. Asistimos a la inauguración del Museo del Intaglio y a la exposición de Botero, con la curaduría de Miguel González. Roldanillo está igualita, con su gente extraordinaria, con su Casa Quintero que estrena la muestra ‘De Rayo a Rayo’, con obra de Vicente, hermano de Omar, y con el optimismo renovado de Águeda, empeñada ahora en fundar ahí la Universidad de la Estética, para la cual la ministra Mariana y el gobernador Lourido dieron ya el sí. Roldanillo fue también el reencuentro con María Victoria Barrios de Gómez, Olga Lucía Navia, Beatriz Barros, Gloria María Medina, Leopoldo de Quevedo y Monroy, MargaLópez, Gloria Cepeda vargas, Juan José Madrid.

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