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Las ráfagas de ‘Popeye’

No tendremos un país mejor, una niñez educada y promisoria, si los...

4 de septiembre de 2014 Por: Medardo Arias Satizábal

No tendremos un país mejor, una niñez educada y promisoria, si los medios de comunicación continúan tratando a los bandidos como héroes.Al azar y no porque haya buscado ver la entrevista, debí escuchar, desde la cárcel de Cómbita, las ráfagas del otro día jefe de sicarios de Pablo Escobar. El periodista, Ecce Homo Cetina, le dedicó un espacio que en nuestro país no reciben los científicos o los poetas.Tampoco los pintores, los líderes comunales que luchan en zonas de violencia contra la adversidad, los profesores, los literatos, las madres cabeza de familia, esas sí heroínas de la cotidianidad colombiana, los deportistas esforzados que sueñan con una medalla olímpica.Me pregunto hasta qué punto aquella entrevista fue una apología del delito. Qué impresión se llevan los niños y jóvenes que oyen decir “mato, lo dejo ahí, y lo que me interesa es que me paguen mi plata. Después me voy para misa…”.Colombia no podrá superar jamás el baldón de la violencia y el narcotráfico, si sus medios continúan ponderando estas vidas como ejemplos a seguir, verbigracia la guerra por el ‘rating’, representada por telenovelas de capos por encima de la ley, espacios que contienen “violencia y sexo moderados, para los que se requiere la compañía de un adulto…”. Alguna vez el poeta Javier Tafur, decía que una tierra regada con tanta sangre, producirá, quizá, una cosecha de paz. Pero no la vemos; el gobierno, en lugar de doblegar a los bandidos por la vía de la Ley y de las armas, dialoga con ellos en Cuba. Me pregunto si de estos tipos con aspecto de jíbaros es que saldrá la nueva Colombia con la que sueña el presidente Santos.Por esas inconsistencias y debilidades de nuestra justicia, un personaje como ‘Popeye’ está hoy libre y se da el lujo de lanzar sentencias temerarias antes de poner un pie fuera del penal. En un país como los Estados Unidos, un delincuente así tendría al menos dos cadenas perpetuas, inyección letal o silla eléctrica.El personaje habla con el desparpajo que le confiere la impunidad, la misma que acompaña a los asesinos farianos. Sabe que en Colombia la justicia no existe y es posible hablar de manera abierta y cínica de crímenes, de atentados con bomba, de secuestros.En la Tv., temprano ayer, una presentadora soltaba una noticia sin editor, de esas que a la que estamos acostumbrados, pues parecen más un elogio que una primicia objetiva: “Esta mañana cuatro ladrones asaltaron un banco en Bogotá, sin disparar un solo tiro…”. Conclusión: “qué tipos tan diestros, qué ladrones tan magistrales. Así es como se debe robar, sin disparar, sin hacer ruido…”.Amén de la manera como el lenguaje del hampa se ha infiltrado en la sociedad colombiana. Es normal ya escuchar a alguien decir que a un fulano “le hicieron la vuelta”, o “le llegaron…”.Existe un organismo que regula y controla lo que se hace en la televisión colombiana, pero al parecer de ahí no sale un solo concepto. La Tv. es una rueda suelta en la que se puede decir cualquier cosa, proferir vulgaridades, atentar contra la niñez y la decencia.El gobierno, en cabeza del Ministerio de Cultura, debe arrogarse el derecho a orientar, vigilar y tener una cuota de edición en los canales privados. El dinero y la pauta no pueden convertir la señal que llega a todos los hogares en un festín de libertinaje. Con el prurito de no intervenir en las decisiones de los medios, para no atentar “contra la democracia”, vamos directo al desbarrancadero.

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