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La tragedia del arte

Sandra Coronado tiene un pequeño taller en el Harlem hispano de Nueva...

14 de noviembre de 2013 Por: Medardo Arias Satizábal

Sandra Coronado tiene un pequeño taller en el Harlem hispano de Nueva York, sector conocido también como ‘El Barrio’, en un lugar cercano a la plaza de mercado, la popular ‘Marqueta’ donde, como en cualquier plaza de México o de Colombia, hay mujeres viejas que venden “hierbas para riegos”, y prometen, desde pequeños carteles pintados a mano, “devolver al ser amado”, a punta de altamiza, mejorana, yerbabuena, amansaguapo, sietepotencias y una planta que es mítica en la botánica caribeña: rompesaragüey, con la que se practican “duchas destrancadoras” para despojar las malas energías. Aquí, en este mercado del corazón latino de Manhattan también tienen lugar los indígenas otavalos que traen desde Ecuador gruesas mantas de lana, abrigos y sombreros para vender en Park Avenue y en Quinta Avenida, a espaldas de la Policía. Un abrigo de 100% lana, con marquilla del Reino Unido o de cualquier nación europea, puede cotizarse aquí hasta en US$300; los otavaleños los venden en US$30, y si el cliente ‘negocia’, se lo dejan en US$20. En este ambiente ungido por el fervor del rebusque latino en Nueva York, la Coronado tuvo la idea de hacer velones con estampas de la destrucción neoyorquina, acompañadas de una oración; parecidas a las que se producen en New Jersey para la devoción de santeros y católicos que encienden lumbre diaria para la Virgen de la Caridad del Cobre, San Martín de Porres, Eleggua o Changó.El ‘new deal’ que planteó el ataque de hace doce años, también flexibilizó la vigilancia al comercio mundial. Para ‘The Economist’, ahora son más los empresarios norteamericanos que aplican con severidad y sin reservas la teoría del capitalismo salvaje, amparados en el paraguas protector de la nueva moral mundial, y en el blindaje que en torno a la primera potencia hicieron las naciones aliadas de Europa después del 11 de septiembre de 2001. “Todo lo que antes parecía obsceno, como comerciar con pieles, cazar ballenas, pagar 20 centavos de dólar por una hora de trabajo en las maquilas de Asia, acaparar mercados sin tener en cuenta consideraciones éticas, desconocer acuerdos, son indicios del retorno de lo que podríamos denominar ‘capitalismo inmoral’”, anotó el experto en economía mundial, Frederick Fergusson.En cuanto a la expresión artística, la tragedia del arte o el arte de la tragedia, cobra dividendos. En museos privados de Washington, Nueva York y Los Ángeles, se mantienen exposiciones con fotografías, videos y muestra de arte dedicadas ¿a la debacle de Nueva York. Torres que colapsan entre una explosión de colores, soles derritiéndose sobre los techos de Manhattan, bodegones que soportan lluvias de ceniza, son los temas de noveles artistas que vieron una ‘veta inspiradora’. La ‘America’s Mouth and Foot Painting Artists’, una asociación de artistas minusválidos que pintan con la boca y con los pies, mantiene su exposición ¿Recuerdos de una nación? (¿A nation remembers?). Cindi Bernhardt, una pintora cuadrapléjica que hace parte de este grupo, imaginó al águila símbolo de EE. UU., entre un mar de llanto. En Connecticut, un grupo de estudiantes montaron también una obra de teatro denominada ‘Muh!’, en la que al final todos quedan cubiertos de polvo y lodo.Esa corriente trágica del arte, me hace pensar en ese nihilismo que inauguró Jack Kerouac cuado atravesó todo su país en un carro viejo, enmarihuanado y dando fiestas en cada pueblo.Mientras en Wall Street 1.135 computadores parpadean en verde y en azul con las sumas y restas del globo, Sandra Coronado vende sus velones a plena calle, porque sabe que a veces “la fe es más poderosa que todo el oro del mundo”.

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