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La sombra del muro

Todavía resuenan los ecos de Pink Floyd invitándonos tácitamente a rechazar la...

30 de enero de 2014 Por: Medardo Arias Satizábal

Todavía resuenan los ecos de Pink Floyd invitándonos tácitamente a rechazar la idea de ser un ladrillo más en el muro, en esa pared que suele aparecer siempre en medio de la condición humana, como una barrera que no permite el diálogo entre razas y religiones. Desde siempre, la raza humana ha considerado la idea de ‘dividir’ no solamente a partir de formas ideológicas, morales y políticas, sino también mediante la limitación geográfica de los espacios. Quizá, la manera más prosaica, abyecta y burda, por su realidad geométrica, cuando se trata de separar a seres humanos, sea el muro, la pared impenetrable rodeada siempre con sirenas de alarma y cables de alta tensión; esto, en el mundo moderno. En el premoderno y antiguo, conocimos los arcabuces y cañonazos para cerrar, por ejemplo, las ‘puertas’ de La Habana, o de Cartagena de Indias, y las viejas ciudades españolas como Ávila. Madrid también tuvo puerta, la de Alcalá, por donde hoy, cada año, rebaños de ovejas recuerdan las rutas de trashumancia. Si de murallas hablamos, no podemos evitar hablar de la China, la más grande del mundo, única construcción humana visible desde la luna, o las que bordean las ruinas romanas y griegas. Hoy, el concepto de ‘fuerte’ sobrevive en la construcción de costosas viviendas, las cuales son rodeadas por altos muros, evocación moderna de los antiguos castillos donde señores alzados en armas debían defender su heredad con catapultas y ollas de aceite hirviente.Una de las más vergonzosas experiencias políticas del último siglo, tuvo que ver con la construcción del muro que dividió a Alemania. Fundamentos políticos diferentes, formas de ver la vida opuestas, llevaron a esa decisión que terminó felizmente a golpes de mazo y Rock and Roll el 9 de noviembre de 1989. Cuando se creía que el mundo no alzaría más barreras, Israel avanzó en el proyecto de un nuevo muro en la Franja de Gaza, y Estados Unidos continúa un proyecto similar en la frontera con México. ¿Las razones? El pueblo judío considera que esta es una manera efectiva para evitar el libre tránsito de terroristas palestinos, y Estados Unidos está convencido que otra muralla puede detener la inmigración ilegal, particularmente de México, su vecino próximo. México protesta por la medida, pero el mundo no ha hecho ningún eco de este reclamo; se calcula que anualmente mueren aproximadamente 150 hispanos en la travesía del desierto de Arizona; otro tanto, en número de 3.200 aproximadamente, son detenidos en El Paso y Tijuana, sacados de los baúles de camionetas acondicionadas por los denominados ‘coyotes’ o ‘polleros’. Todas las formas de tránsito ilegal entre fronteras, han sido detectadas. Cabinas de doble fondo, baúles adaptados para “esconder” hasta tres ilegales, etcétera. Los fragores de la guerra en Iraq y los desequilibrios económicos del último año en Estados Unidos, entre los que se cuentan, principalmente, las considerables alzas en el combustible y últimamente en la canasta familiar, han puesto un velo de humo a esa realidad del nuevo muro, esta vez estadounidense, en la frontera con México. Los muros surgen cuando son vencidas las opciones civilizadas que conocemos hasta hoy, como el diálogo, el acuerdo entre pueblos, la seguridad policial, la ley. Es por ello que dividir el continente con un muro, despierta las más enconadas críticas.

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