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La paz se nos vino encima

Sin carnaval ni comparsa, como en la canción de Piero, a quien...

23 de junio de 2016 Por: Medardo Arias Satizábal

Sin carnaval ni comparsa, como en la canción de Piero, a quien acabo de escuchar en un concierto memorable en la Biblioteca Jorge Garcés Borrero.Piero, que ha estado atornillado a la paz colombiana, no contó que cinco presidentes serán testigos de la firma del cese al fuego bilateral hoy en La Habana, ni soslayó en su breve discurso inicial, que el evento estaba cercano.De manera lacónica me enteré también, ayer, que la Vuelta a Colombia llegaba a Cali, y me sorprendió no sentir ninguna emoción por un evento que nos despertaba semanas antes cuando éramos chicos.Y recordé cómo me paré en la orilla de La Curva en Buenaventura, con dos de mis hermanos, a ver pasar a Pajarito Buitrago y Jorge Luque, quienes hicieron el tránsito desde Cali en una caravana de puro barro, sudor y pundonor; en esa época venir al mar del Pacífico tomaba más de seis horas por la carretera vieja. El primero en entrar al puerto fue Carlos Arturo Rueda C., el legendario locutor costarricense que marcó época en la radio colombiana, junto al argentino Julio Arrastía Bricca y Gonzalo Amor, el narrador del Hipódromo de Techo… “Pintuco, Balalaika, en tierra derecha…”Colombia era un país donde se jugaba 5 y 6; a la hora del almuerzo se escuchaba el Reporte Esso -el primero con las últimas-, y en las montañas asolaban Sangre Negra, Tarzán, Chispas, Desquite, Pedro Brincos, Charro Negro, Siete Colores. Más de 50 años después, la Vuelta llegó a Cali ayer, y en nuestro país no ha cambiado el panorama. Desde esas mismas montañas, ‘Timochenko’, ‘Iván Márquez’, ‘Rodrigo Granda’, ‘Marco Calarcá’, continúan en lo mismo, ahora con el negocio de la coca.Obligaron al Gobierno a firmar una paz sin condiciones, con absoluta impunidad, con bendición para sus archimillonarias fortunas y licencia para aspirar a representaciones políticas.En un país pobre como el nuestro, donde la política tradicional se realiza muchas veces en medio de corrupción –compra de votos, mermeladas, contratos espurios-, un grupo terrorista como las Farc puede aspirar a la presidencia; tamal premiado con dólar de cien adentro.Alguna vez el expresidente Álvaro Uribe se preguntaba, de manera sensata, a quién no le gusta la paz. Creo que a todos, es verdad, pero no de la manera como se está haciendo hoy, de espaldas al pueblo colombiano, con el riesgo de una venezolanización inminente.El costo de lo que ahora se llama posacuerdo, no ha sido medido en sus cifras reales, algo que todos pagaremos con el anhelo de ver, por fin, la palomita blanca en el cielo de Colombia. Un sueño costoso, es cierto, pues esta inocente y argentina palomita puede ser el caballo de Troya de unos rufianes prehistóricos peores que Stalin, los dos hermanos Castro, Chávez y Maduro, juntos.Llegó pues el momento de la oposición real, de la verdadera resistencia civil, para no dejar pasar a los bárbaros, secuestradores, asesinos, dueños del cartel de droga más grande del mundo –dicen no tener ‘ni un peso’, pobrecitos-, extorsionistas, asoladores de pueblos, inventores del burro bomba, reclutadores de niños, violadores.No nos digamos mentiras; es a esta clase de gente a la que el Gobierno, por cobardía o comodidad, abre hoy la puerta para vincularlos, en estado de absoluta inocencia, a una Patria que no merecen.Pienso ahora en Boabdil, el último rey moro que combatió desde La Alhambra a las huestes cristianas en Granada. Su madre, la Sultana Aixa, al ver cómo perdían la última batalla, después de más de 800 años de posesión árabe en la península, y entre el humo de la refriega, le soltó esta frase que bien puede resonar en el oído de todos los colombianos: “Llora como mujer, lo que no pudiste defender como hombre”.Sigue en Twitter @cabomarzo

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