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Europa sin Perseo

Los hombres forrados con ropas negras, con sólo una ventana a la...

8 de enero de 2015 Por: Medardo Arias Satizábal

Los hombres forrados con ropas negras, con sólo una ventana a la altura de los ojos, armados con fusiles de asalto, los que mataron ayer a doce personas en París, son los mismos que irrumpieron en 1972 en la sede de los Juegos Olímpicos de Múnich, y dieron muerte a once atletas de Israel; los mismos que degüellan periodistas a sangre fría en medio de yermos ignotos, los que no conocen compasión ni piedad, y en nombre del profeta Mahoma estrellaron dos aviones contra el World Trade Center de Nueva York, en 2001, en un baño de sangre que dejó más de 3.000 muertos.Uno se pregunta de dónde vienen, a qué Dios se prosternan en las calles de París o en los parqueaderos de Nueva York, estas hienas que atemorizan a Occidente con su barbarie.Cuando el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, observó en directo desde la Casa Blanca el ajusticiamiento de Osama Bin Laden, el mundo dio un respiro, un alivio que no duró mucho, pues el odio fundamentalista es lo más parecido al mito griego de Medusa; una cabeza de serpientes que se multiplican, cada vez que una de ellas es tronchada, hasta ser una marabunta, la hidra venenosa que terminará por dominar el mundo, si las potencias no hacen lo necesario. Erradicar de raíz este mal está hoy en la agenda de propósitos principales de las naciones líderes, sólo que la inteligencia choca contra un elemento de mayor peligrosidad: el fanatismo religioso unido al odio.La Yihad proclama no sólo la mahometanización del mundo, sino la “recuperación” de antiguos territorios colonizados en el pasado. Todo el mundo sabe que los moros se adentraron en Europa y arrodillaron por más de ocho siglos a la península ibérica. En esta locura, delirante, cabe el sueño de volver a establecer califatos en suelo europeo. La matanza de París, contra periodistas indefensos del semanario ‘Charlie Hebdo’, coincide con la decisión del obispado de Córdoba, en España, de abrir un ala de la mezquita para el culto católico, razón por la cual España deberá estar en alerta máxima. Esta mezquita, la más grande del mundo árabe en Occidente, es un bien de la Iglesia desde el Siglo XI.Francia ha tenido una sólida tradición de libertad de expresión, a través de medios satíricos. Uno de sus periódicos más conocidos, dentro de esta tendencia, es “El pato encadenado” (Le canard enchaîné), fundado en 1915; una serie de caricaturas alusivas al profeta Mahoma, publicadas en Charlie Hebdo y reeditadas ayer en la prensa del mundo, habían sido ya objeto de amenazas por parte de quienes bautizaron con sangre estos primeros días del 2015.El mundo no puede mirar para otro lado, mientras Europa se enfrenta hoy al desafío histórico de convivir con sus propios enemigos. Las leyes migratorias francesas fueron demasiado laxas, por muchísimo tiempo, particularmente con las riadas provenientes de sus viejas colonias en África. La cabeza de obsidiana, (“La tête de obsidienne”) de la que hablaba André Malraux, es hoy la medusa que repta ahíta de sangre por las barriadas de periferia, -‘banlieus’- más pobres de París, donde malviven miles de musulmanes. Es la París islámica que aparece vedada al ojo del turista, con escuelas destrozadas, hospitales tercermundistas, parvularios donde se corta la leche por falta de refrigeración. Este mismo pueblo desarraigado sale de cuando en cuando a tomar el sol en los Campos Elíseos, en esos momentos en que París parece un mercado de Dakar.Mientras Alemania protesta por la invasión musulmana, centenares de africanos llegan a las costas de Italia y España en pateras y viejos cargueros. La crisis está servida; la quimera de los miserables en busca de un mundo de “lujo y abundancia”, y el reclamo vindicativo de los legionarios de Allah.

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