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En el ‘sex shop’

Quizá en estos lugares vistos hace un tiempo como templos de pervertidos, se encuentre la respuesta a muchas preguntas que desde hace siglos se hace en secreto la condición humana.

25 de octubre de 2017 Por: Medardo Arias Satizábal

“Quiero disfrazarme de diabla”, me dijo ella, y entendí que su solicitud tenía que ver con la cercanía del Halloween; más su requerimiento era fantasía sexual, y fue por ello que me acerqué al ‘sex shop’ para ver cuál es la sensación que se puede tener al llevar una demonia a la cama.

El sitio está estratégicamente ‘camuflado’ entre una floristería y una librería de ediciones Paulinas. Me santigüé antes de entrar, como corresponde a un cristiano viejo, y claro, me encontré con toda una gama de disfraces no propiamente para la noche de brujas.

“El de conejita y el de enfermera son ahora los más vendidos”, me dijo la dependienta con una sonrisa pícara. Sin embargo, anotó, le ofrezco este- tomó en sus manos una falda de cuadros escoceses- “de colegiala, aunque ya está pasado de moda...”.

A la manera del maestro Freud, pensé en por qué poseer a una coneja, a una mujer que atiende el dolor del mundo -una enfermera- o a una colegiala de faldita a cuadros y monásticas medias blancas a la rodilla, puede encender el deseo sexual. Quizá en estos lugares vistos hace un tiempo como templos de pervertidos, se encuentre la respuesta a muchas preguntas que desde hace siglos se hace en secreto la condición humana.

Pero, bueno, como no vine a filosofar, puse cara de entendido y ella me trajo una loción cuyo empaque dejaba ver un pequeño cuerno. “Es el retardante Rhyno”, dijo; “si lo aplica quince minutos antes, usted tendrá el vigor de un rinoceronte…” Otra vez Freud. ¿Por qué un ser humano, de Buenaventura, además, va a querer parecerse a un rinoceronte? Es posible que estemos aún en los estadios del primitivismo en asuntos sexuales, razoné.

Me invitó a pasar a un cubículo iluminado con luz fucsia, donde de pronto me vi en física almendra, pues prometió traerme un indumento que es hoy, así lo afirmó, “la bomba sexual del siglo…”. Me hizo sacar la mano por una cortinilla de cupidos que no disparaban flechas sino penes encendidos. Entre el pulgar y el índice me aplicó lo que llamó “loción feromonal; es lo último en guaracha. Olor a descargador de camiones, con la fatiga aún fresca…”. Yo que acababa de ‘aplicarme’ Hermès, el último cuncho de mi viaje a París. Pensé también por qué a una mujer puede llamarle la atención el hedor de los camiones, pero no hice más preguntas porque acto seguido me pasó un traje de cuero, con botas altas, como las que se usaban en el Tercer Reich. Un antifaz parecido al del Zorro y unos látigos con bolas de metal en los extremos. “El sadomasoquismo es lo de ahora”, dijo… “si la castigas, le harás pasar una noche inolvidable…”.

Por momentos pensé que estaba en el lugar equivocado y con prisa me vestí para mirar ya en detalle el mostrador. “Puede llevar también este gel multiorgásmico; favorece la vascularización”, expresó. No entendí mucho y me detuve en el aspecto de pequeños frascos en ‘spry’ que anuncian sabores a menta, cereza, banana y tutti frutti.

“Si he de oler como un descargador de camiones, además de asumir la fogosidad de un rinoceronte, para qué quiero tener estas esencias en mi lengua”, me dije. La vendedora, muy diligente, cortó lo que me pareció un pedazo de caucho azul y me dijo: “Saboréelo lentamente. ¿A qué le sabe?”. A chicle, sin duda, más, aquello era apenas una brizna de un bikini masticable. O sea, ropa interior que uno puede paladear y engullir. Cómo ha cambiado el mundo; recordé que en mis tiempos lo más estimulante que llegaba en los barcos asiáticos era ‘La brocha china’ y si de feromonas hablábamos, no había nada mejor que la esencia del nido del pájaro Mancuá. Qué lejos estábamos de los anillos con vibración, la lencería erótica, y los chicles multiorgásmicos.

Contra la pared, como si fueran reclutas de algún ejército en la calle Sankt Pauli de Hamburgo, esperaban las muñecas inflables, todas con la boca en O mayúscula y parecidas a Marilyn Monroe, a Jamie Lynn, a Belladona, “y próximamente a Esperanza Gómez”, aseguró. Como la esperanza es lo último que se pierde, le expresé: “En ese caso prefiero esperar…”.

Sigue en Twitter @cabomarzo

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