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El Hermano Mayor

Así, recorría las calles vestido como un obrero de la fe; pantalón caqui, camisa de manga corta, de igual color y botines de faena. De su mirada intensa detrás de unas gafas de aro redondo, no transmitía más que dulzura, compasión.

4 de julio de 2018 Por: Medardo Arias Satizábal

“Quizá no exista en todo el Litoral del Pacífico colombiano, una figura que concentre mayor afecto, fraternidad, que la del obispo de Buenaventura, entre 1960 y 1972, Gerardo Valencia Cano, el vicario que convenció a los porteños de no llamarlo ‘Excelencia’, ni ‘reverendo Padre’, sino ‘hermano’, a secas, pues a través de su programa diario en Radio Buenaventura, el mismo que despedía con un “Buenas noches”, dijo que era “el Hermano Mayor” de todos los bonaverenses.

Así, recorría las calles vestido como un obrero de la fe; pantalón caqui, camisa de manga corta, de igual color y botines de faena. De su mirada intensa detrás de unas gafas de aro redondo, no transmitía más que dulzura, compasión. Portaba un pequeño maletín de cuero, donde llevaba siempre libros, cartas. Recorría el muelle como un marino más, llevado por el viento de la hermandad universal, la misma que se reconocía en el saludo de los braceros: “¡Hey, mi brother!”, lo llamaban, y también “mi sangre” y “Moncho”, en una entrañable complicidad que a él causaba simpatía. Subía a los barcos, hablaba con los marinos del mundo, bendecía las nuevas naves, las máquinas de bomberos y penetraba en las casas como propio.

Quería estimular las vocaciones y envió a varios porteños al Seminario Mayor de Yarumal, pero le parecía urgente que los jóvenes del puerto no sólo miraran hacia Bogotá y Cali, al culminar el bachillerato, sino que abrazaran el sacerdocio. Creó un albergue para niños huérfanos y consiguió, con la Alcaldía de Buenaventura, permisos especiales para los teatros de la ciudad. Cada domingo, los primeros en ingresar al matiné de los teatros Morales, Caldas o Junín, eran los párvulos del Hogar de Jesús Adolescente, a los que hacía transportar en un camión. Era consciente que no todos los jóvenes podían continuar estudios superiores, por la ausencia de recursos, y fomentó la Escuela de Artes y Oficios, la misma que fuera después el Instituto Técnico Industrial que hoy lleva su nombre. Ahí, centenares de jóvenes bonaverenses se hicieron técnicos en refrigeración, carpintería, pesca, motores marinos, reparación automotriz, oficios navales”.

Este texto hace parte del libro que escribiera José Manuel Cantero Recio (Madrid, España, 1947).

Abogado javeriano, hizo parte de una iluminada generación de vallecaucanos que realizaron carrera de Derecho en Bogotá, y se vincularon posteriormente, con excelencia, a la actividad pública y privada en Cali.

‘El Mono Cantero’, como se le conoce amistosamente, lleva con orgullo la nacionalidad colombiana y también la caleña, la misma que cultiva con giros propios de los raizales de los años 50 y 60, cuando la ciudad era mucho más pequeña y amable.

Realizó sus estudios secundarios en el Colegio Franciscano Pío XII de Cali. Graduado en Alta Gerencia en el Incolda, realizó posgrado en Derecho de Familia en la Universidad de San Buenaventura, y en Derecho Notarial en la Universidad Externado de Colombia.
Ha sido docente de las Universidades Javeriana y San Buenaventura en Cali, en las facultades de Contaduría, Derecho Laboral y Derecho Comercial.

En 1973, fue nombrado Jefe del Departamento Jurídico Administrativo de la Beneficencia del Valle. Fue auditor Fiscal del Instituto de Vivienda de Cali, Invicali en 1980, y Director del Departamento de Mercadeo de la Industria de Licores del Valle, al año siguiente.

En 1982, José Manuel Cantero Recio fue secretario de Educación, Cultura y Recreación de Cali. Cinco años después se desempeñaría como auditor Fiscal de la Empresa de Servicios Varios de Cali, Emsirva.
Personero de Cali, Director de Catastro, Diputado de la Asamblea el Valle del Cauca, en el período 1992-1994, fue también Tesorero General del municipio, Director Ejecutivo de Proartes, y Gerente de Emsirva.
Desde el 20 de marzo de 2001, se desempeñó como Notario Segundo de Buenaventura, tarea que le inspiró este libro dedicado al prelado inolvidable, Gerardo Valencia Cano.

Sigue en Twitter @cabomarzo

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