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¿Paz en el 2014?

El desafío más grande de Colombia para el 2014 es continuar avanzando...

29 de diciembre de 2013 Por: Mauricio Cabrera Galvis

El desafío más grande de Colombia para el 2014 es continuar avanzando en la construcción de la paz, para lo cual se debe lograr la firma del acuerdo con la guerrilla que ponga fin al conflicto armado que ha asolado los campos y la ciudades colombianos desde hace más de 60 años.Pero no hay que ilusionarse ni tener falsas expectativas. Si se firma ese acuerdo en La Habana y se logra que la guerrilla cambie los fusiles por los votos y la lucha armada por la contienda democrática como camino para cambiar la sociedad, se habrá dado un paso fundamental para acabar con la violencia; pero la paz no estallará al otro día, ni por arte de magia desaparecerán todas las causas que han alimentado el conflicto interno, ni se sanarán milagrosamente las heridas de tantos años de guerra.Construir la paz es un proceso largo y complejo que requiere muchas acciones y políticas para lograr un manejo exitoso del post-conflicto. Dos de estas, muy interconectadas, son la búsqueda de la justicia y el desarme de los espíritus.“Si vis pacem cole iustitiam”, decían los romanos. Si quieres la paz cultiva la justicia. Es la verdad y la reparación a las víctimas, es decir la justicia restaurativa que reconozca y compense las atrocidades de la guerra, pero también la justicia social, porque mientras subsistan las enormes desigualdades económicas que mantienen a millones de colombianos en la miseria no habrá garantías de una paz duradera.La otra cara de la moneda de la restauración, como lo enseñó Mandela con su vida, es el perdón, es decir no solo dejar las armas sino desarmar los espíritus para romper la espiral del conflicto: actos violentos de venganza contra la violencia, que generan nuevos actos de revancha y así hasta que la regla del “ojo por ojo” nos deje a todos ciegos.Para fortuna del país tenemos muchos ejemplos de personas que han sido víctimas directas de las atrocidades de la guerrilla, pero que han tomado la decisión de perdonar y jugársela por la paz.Un Alejandro Eder, cuyo abuelo fue uno de los primeros secuestrados y asesinados por la FARC y hoy dedica su vida a la reintegración a la sociedad de guerrilleros y paramilitares; un Juan Fernando Cristo, cuyo padre fue asesinado por el ELN y ha sido el gran impulsor de al reparación a las víctimas y el marco jurídico para la paz; un Aníbal Gaviria, hermano del gobernador de Antioquia asesinado por las FARC junto con Gilberto Echeverri quién dio hasta su vida luchando por la paz, y que sigue trabajando por la no violencia y la pacificación de su región.Así como ellos, miles de víctimas exigen verdad y reparación, pero están dispuestas al borrón y cuenta nueva que permita, como en Sudáfrica, construir una patria en que todos puedan convivir. Pero también hay muchos que mantienen su dolor a flor de piel y quieren continuar la guerra hasta acabar con quienes lo causaron.Por ejemplo, el expresidente de los falsos positivos es también una víctima de esta violencia y tiene todos los motivos personales para querer acabar con la guerrilla que asesinó a su padre. Ese dolor profundo de hijo es totalmente respetable y a nadie que haya sufrido una pérdida semejante se le puede exigir que perdone a los asesinos ni que ponga la otra mejilla. Pero esa posición personal no puede convertirse en una política de Estado, ni debe ser un obstáculo para los que si están dispuestos a perdonar para conseguir la paz.

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