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Lo que no se dice de la Oecd

Que Colombia haya sido aceptada en el exclusivo club de solo 36 países que integran la Oecd es otra muestra de que afuera creen que la situación y las perspectivas del país son mucho mejores que lo que dicen en las encuestas la mayoría de los propios colombianos.

27 de mayo de 2018 Por: Mauricio Cabrera Galvis

Que Colombia haya sido aceptada en el exclusivo club de solo 36 países que integran la Oecd es otra muestra de que afuera creen que la situación y las perspectivas del país son mucho mejores que lo que dicen en las encuestas la mayoría de los propios colombianos. “De lejos dicen que se ve más claro”, diría Serrat, no porque afuera tengan menos información sino porque hay menos pasiones y envidias de expresidentes que distorsionan el análisis de la realidad.

Sin embargo, aún aceptando que es un gran logro para el país el ingreso a la Oecd, creo que no se conocen bien todos los alcances de esa membresía ni todas las buenas prácticas que impulsa y recomienda el club.

Lo que más destacan los medios es la mejor imagen que tendrá el país, con el consiguiente aumento de la confianza de los inversionistas internacionales por las políticas fiscales, de comercio exterior, de gobernanza de empresas públicas o de propiedad intelectual que recomienda la Oecd.

De hecho uno de los temas que demoró el ingreso de Colombia fue la presión de las farmacéuticas norteamericanas contra el esfuerzo del ministro Alejandro Gaviria de controlar sus abusos de precios de medicamentos. Afortunadamente el gobierno no cedió en esa materia.

Son mucho menos conocidas otras buenas prácticas que recomienda la Oecd en campos que interesan menos a los inversionistas y a los mercados financieros y mucho más al resto de la población. Son aquellas en materia de derechos de los trabajadores, de promoción del trabajo decente, de lucha contra la pobreza y la desigualdad, de desarrollo sostenible y protección del medio ambiente.

Es menos conocido que otro de los obstáculos que tuvo que superar Colombia para ser aceptada fueron las objeciones del Comité Laboral por la persecución a sindicalistas y los asesinatos de líderes sociales. En estos temas el Estado sí tuvo que hacer compromisos y adoptar políticas que demostraran su compromiso con los derechos de los trabajadores.

El lema de la Oecd es ‘Mejores prácticas para mejores vidas’, y no es un defensor de las políticas neoliberales. Por el contrario, tal vez por la orientación de su director el mexicano Ángel Gurría, ha dedicado mucho esfuerzo a promover políticas no solo para reducir la pobreza sino también las desigualdades de ingreso, de riqueza, de género y raza.

Un ejemplo de este enfoque es su último informe anual que es una contribución a la iniciativa del Pacto Mundial por el Trabajo Decente y el Crecimiento incluyente. También el informe del 2015 se dedicó al mismo tema con el título ‘Juntos en ello: por qué la menor desigualdad beneficia a todos’. Estos documentos se encuentran en la página web de la Oecd, donde también hay una completa bases de datos sobre la distribución del ingreso y la riqueza.

Para el caso de Colombia, el informe de recomendaciones preparado en 2015 parece un programa progresista y socialdemócrata pues está enfocado a las políticas prioritarias para el desarrollo inclusivo, tales como desarrollo rural, educación universal, o trabajo decente, para lograr un crecimiento inclusivo, una economía más justa y mayor equidad.

El próximo gobierno decidirá si sigue estas recomendaciones y avanza hacia un país más equitativo y en paz o nos mantiene en el pasado de injusticias y guerra. Eso es lo que está en juego en estas elecciones.

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