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La coca: ¿Erradicación o sustitución?

Después de los estruendosos fracasos de décadas de programas de erradicación forzosa de los cultivos ilícitos -tanto manual como con fumigaciones de glifosato- el país tiene que buscar otros medios para disminuir la producción de hoja de coca.

3 de septiembre de 2017 Por: Mauricio Cabrera Galvis

Después de los estruendosos fracasos de décadas de programas de erradicación forzosa de los cultivos ilícitos -tanto manual como con fumigaciones de glifosato- el país tiene que buscar otros medios para disminuir la producción de hoja de coca. Es lo que trata de lograr el Programa Nacional Integral de Sustitución de cultivos de uso ilícito (Pnis) creado en desarrollo del punto 4 del Acuerdo de Paz con las Farc.

Son conocidas las cifras del fracaso de la erradicación forzosa. Después de fumigar 1,2 millones de hectáreas de coca en una década, el área sembrada solo se redujo en 14.000 Has, y hoy se produce en el país la misma cantidad de cocaína que a principios del siglo, porque los narcotraficantes han logrado aumentar la productividad de las siembras y de la transformación.

La explicación está en una sola palabra: la resiembra. Para los campesinos cultivadores es una cuestión de supervivencia, y si no tienen cultivos alternativos para generar ingresos, pues van a volver a sembrar coca, bien sea en el mismo sitio donde se erradicó o, peor aún, tumbando bosque para sembrar en otras partes.

El objetivo del Pnis es precisamente complementar la erradicación con la sustitución de cultivos. Para ello se trata de promover acuerdos colectivos con familias que se comprometan con la sustitución inmediata de los cultivos de coca, a cambio de subsidios monetarios que les garanticen un ingreso mínimo durante dos años. El objetivo es vincular 133.000 familias que deberán erradicar unas 120.000 Has de coca.

Como dar plata no es suficiente, el Pnis se ha planteado en el contexto de la Reforma Rural Integral, que incluye la asistencia técnica para el desarrollo de los nuevos cultivos y la ayuda en la comercialización de sus productos, pero además la provisión de bienes públicos (vías, riego, salud, educación, etc.) que permita lograr la necesaria y tantas veces aplazada transformación del sector rural colombiano.

Los resultados iniciales son positivos. En el primer semestre de este año se firmaron 34 acuerdos colectivos que incluyen unas 75.000 familias que deberían llegar a erradicar un total de casi 80.000 Has. Según declaraciones del vicepresidente Óscar Naranjo, a la fecha se han logrado erradicar unas 35.000 Has, que representan el 70% de la meta planteada para este año.

Los retos son enormes, pues se trata de garantizar que no se vuelva a la resiembra de coca. El financiero es cuantioso -unos 4 billones de pesos de costo directo- pero la plata no es el principal problema. Mucho más difícil es lograr la coordinación de las diferentes agencias del Estado, nacional, departamental y municipal que deben interactuar para logar la implementación exitosa de los Pdet (planes de desarrollo con enfoque territorial) y la provisión de bienes públicos que soporte el desarrollo rural. Además de la resistencia y oposición -incluso armada y violenta- que harán los narcotraficantes para evitar que se les acabe el suministro de su materia prima.

Tumaco es un ejemplo que muestra las complejidades y dificultades del programa. Es el municipio con mayor área de coca -23.000 Has-. Si se supone que en promedio es una familia por hectárea, y que por lo menos cada familia la componen 4 personas, se tiene que unas 90.000 personas viven de la coca en ese municipio que tiene 205.000 habitantes y uno de los mayores índices de pobreza. Ofrecer alternativas rentables y sostenibles a esas familias implica una transformación profunda de la estructura económica del territorio. La sola erradicación forzosa de los cultivos no soluciona el problema.

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