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Hechos contra acusaciones temerarias

La declaración del Fiscal de que “habrían” entrado dineros de Odebrecht a la gerencia de la campaña de Santos en el 2014 generó uno de esos fenómenos mediáticos típicos de la era de la posverdad:

12 de febrero de 2017 Por: Mauricio Cabrera Galvis

La declaración del Fiscal de que “habrían” entrado dineros de Odebrecht a la gerencia de la campaña de Santos en el 2014 generó uno de esos fenómenos mediáticos típicos de la era de la posverdad: la opinión pública convirtió en un hecho real e indiscutible que esos dineros sí entraron y por anticipado condenaron a los implicados sin siquiera esperar a los resultados de las investigaciones de la Justicia.

A pesar de que el mismo Fiscal tardíamente aclaró que no tenía ninguna prueba, distinta a las declaraciones de un convicto, de la vinculación de Odebrecht con la campaña Santos, el daño ya estaba hecho y la percepción pública no se modificó: ganó el Centro Democrático pues el confesado aporte a la campaña de Zuluaga se igualó a la denuncia temeraria contra la otra campaña, el presidente Santos entró a la lista de mandatarios latinoamericanos sobornados y políticos oportunistas empezaron a pedir su renuncia. ¿Hay fundamentos para llegar a estas conclusiones?

La pregunta relevante es por la veracidad de las declaraciones del excongresista Otto Bula, según las cuales él entrego a Andrés Giraldo, amigo de Roberto Prieto, gerente de la campaña de Santos, 1 millón de dólares en efectivo y en dos entregas de 500.000 dólares, ambas en un restaurante de un hotel en la calle 85 en el norte de Bogotá.

Se ha cuestionado la validez de esta acusación por ser el denunciante un delincuente confeso que trataría de ganar beneficios de reducción de pena por incriminar a otras personas, y por los cercanos vínculos políticos y de negocios con otros delincuentes del círculo cercano de dirigentes del Centro Democrático. Sin embargo, no creo que se deban desvirtuar unas graves acusaciones por los motivos del acusador, así estos sean torcidos; es necesario demostrar o desmentir los supuestos hechos.

Sin pretender sustituir a la Fiscalía en esta tarea, existe una prueba elemental para determinar la veracidad de esas acusaciones: se trata de comprobar las condiciones de modo necesarias para entregar tales cantidades de dinero en efectivo.

Está demostrado que la entrega se hizo en pesos colombianos. Según la Fiscalía, “el señor Otto Bula tramitó durante el año 2014 dos giros hacia Colombia, que fueron monetizados en su momento, por la suma total de 1 millón de dólares…”. Ese año esta suma equivalía a $2.000 millones y cada una de las supuestas entregas fue por $1.000 millones.

Entonces cabe preguntarse ¿cuánto espacio ocupan $1.000 millones en billetes?, ¿cuánto pesan?,¿qué tipo de maletas se necesita para transportarlos?

En las bolsas en que los bancos transportan el efectivo caben unos 8.000 billetes. Si son de $50.000 serían unos $400 millones por bolsa y si son de $20.000 serían $160 millones. Como estas bolsas son unos 12 cm más grandes que un maletín de los que permiten llevar en la cabina de un avión, se puede estimar que en uno de esos maletines cabrían en el mejor de los casos unos $350 millones.

Si fuera cierta la entrega del dinero, el señor Bula ha debido entrar al restaurante por lo menos con tres maletines para hacerla y no hubiera pasado desapercibido.

Antes de dar por ciertas acusaciones temerarias y divulgarlas al mundo entero, la Justicia debería por lo menos verificar hechos simples como el mencionado. Además los bancos tienen la obligación de reportar las operaciones en efectivo superiores a $10 millones, de manera que resulta fácil identificar si alguien retiró esa cantidad de dinero. Pero en la era de la posverdad, parece que los hechos no importan.

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