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El costo del confinamiento

¿Por qué en Colombia con la cuarentena más larga del mundo, y malos resultados en recesión y desempleo, se tienen cifras de muertes y contagios que están entre las más altas del mundo?

20 de septiembre de 2020 Por: Mauricio Cabrera Galvis

¿Por qué en Colombia con la cuarentena más larga del mundo, y malos resultados en recesión y desempleo, se tienen cifras de muertes y contagios que están entre las más altas del mundo? Esta pegunta que planteé la semana pasada suscitó interesantes respuestas de pacientes lectores.

Los hechos y datos que motivan la pregunta son conocidos. En lo económico, una tasa de desempleo superior al 20%, que es la más alta de Latinoamérica y de todos los países de la Oecd; una caída del PIB del 15,7% en el segundo trimestre, que en la región solo fue peor en Argentina (-20,1%) y México (-18,9%). Cabe notar que este último país tuvo medidas de confinamiento mucho menos restrictivas que Colombia.

En materia de salud los resultados no son satisfactorios: la cuarentena más larga del mundo con 163 días de Aislamiento obligatorio –aunque con 42 excepciones- no impidió que Colombia sea hoy el sexto país con más contagios y el once en número de muertos, ni que en el mes de agosto tuviera el mayor número de muertes por millón de habitantes, según la Comisión Lancet.

¿Qué nos pasó? La respuesta no es fácil ni pretendo tenerla, pero sí se pueden plantear algunas hipótesis de factores que han incidido en estos resultados.

El primero es la situación inicial del sistema de salud que no estaba preparado para afrontar una pandemia, lo que fue la razón que llevó a las autoridades a decretar la cuarentena total muy temprano, a los 17 días del primer caso, cuando solo había 30 contagiados y un fallecido. En Italia, por ejemplo, el cierre total fue decretado a los 44 días del primer contagio, ya con 53.600 casos y 4825 muertos.

La decisión fue acertada para aumentar las UCI y evitar el colapso del sistema de salud con muchos más muertos, como sí sucedió en Italia. Sin embargo, y es el segundo factor, no se aprovechó la ventaja del control tempranero para evitar la propagación del virus por el bajo número de pruebas que se realizó en los primeros meses, lo que impidió las estrategias de seguimiento y cercos epidemiológicos que fueron exitosas en países como Corea o Taiwán.

En tercer lugar está la insostenibilidad de la cuarentena y la imposibilidad de hacerla cumplir. Al haberla decretado tan temprano, el Gobierno tuvo que relajarla y permitir una apertura gradual de la economía a los 35 días de haberla impuesto, cuando apenas iniciaba el crecimiento exponencial de la pandemia, y solo se tenían 5500 contagios y 253 muertos. En Italia se empezó la apertura gradual a los 44 días, pero ya había pasado el pico y el número de contagios diarios se había reducido en un 80%.

La cuarentena total era insostenible por las condiciones de informalidad, pobreza y hacinamiento en que vive la mayoría de la población, en un contexto de escasa cultura ciudadana y hasta incredulidad sobre la peligrosidad del virus. Sin temor y acosados por la necesidad, la gente volvió a las calles y explotaron los contagios. A esto ayudaron también decisiones oficiales como el día sin IVA, así como el reducido tamaño de las ayudas para los más vulnerables o para proteger el empleo, que además llegaron tarde.

Para que no seamos también los más demorados en la recuperación se requiere una acción más decidida del Estado que impulse la demanda y reduzca el hambre y la pobreza.

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