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Crece el desequilibrio externo

Está aumentando la vulnerabilidad externa del país, lo que compromete nuestro futuro económico, y no se vislumbran políticas claras y efectivas para reducirlo.

17 de marzo de 2019 Por: Mauricio Cabrera Galvis

Cuando no se esperaba, volvió a aumentar el desequilibrio externo de la economía colombiana, y este grave hecho con sus preocupantes consecuencias, ha pasado desapercibido en medio de los debates políticos y económicos de las últimas semanas.

El reporte del Banco de la República sobre los resultados de la Balanza de Pagos en 2018 muestra que aumentó el saldo negativo de nuestras transacciones reales con el resto del mundo -lo que se conoce como el déficit de la cuenta corriente- llegando a US$12.661 millones con un incremento del 23% con respecto al año anterior. En relación con el tamaño de la economía este déficit equivale al 3,8% del PIB, mientras que en el 2017 era el 3,3% y los analistas esperan que este año aumente todavía más.

Es claro que al final de año la balanza de pagos tiene que estar en equilibrio, y el déficit corriente tiene que ser financiado con entradas de capital. El año pasado fueron de US$13.168 millones, de manera que hubo un excedente que permitió acumular reservas internacionales. Sin embargo este equilibrio esconde varias tendencias muy preocupantes.
La primera es que se esperaba que con la recuperación de los precios del petróleo y el carbón y todos los programas de promoción de las exportaciones, el aumento de las ventas al exterior contribuyera a disminuir el déficit. En efecto, los ingresos por exportaciones aumentaron US$ 4.640 millones en el año (un 11,7%), de los cuales un 83% provinieron de mayores ventas de hidrocarburos y minerales.

Sin embargo las importaciones de bienes crecieron aún más (12,2%), con lo cual el déficit de la balanza comercial superó los US$5.300 millones. Como para el 2019 se esperan precios del petróleo inferiores a los del año pasado, los pronósticos apunta a que el déficit comercial siga aumentando y puede llegar hasta los US$6.000 millones.

La segunda preocupación tiene que ver con los flujos de Inversión Extranjera (incluyendo los capitales golondrina), que hacen parte de los ingresos de capital que financian el déficit corriente: por un lado disminuyeron drásticamente respecto del 2017, pasando de US$21.653 a US$11.358 millones, y no hay perspectivas de transacciones significativas que permitan esperar un aumento para este año.

Por otro lado, y es más preocupante, las utilidades que los inversionistas extranjeros están remitiendo al exterior crecieron de manera acelerada, un 25%, pasando de US$13.883 a US$17.523 millones, llegando a la indeseable situación en que las remesas de utilidades superan los ingresos de nuevas inversiones. Es el resultado lógico de haber acumulado pasivos con el exterior por valor de US$333.000 millones, para financiar los déficits corrientes de las últimas décadas.

El otro factor que se debe mencionar es el incremento del 6% en la deuda externa del país que llegó a US$132.000 millones. En contra de los esperado, este crecimiento no fue causado por la deuda pública, que solo creció 0,9% sino por el sector privado cuya deuda creció 12,2%; con el agravante que el mayor crecimiento se dio en la deuda de corto plazo, con un 26% Así la deuda pública que hace una década había llegado a ser casi el 70% de la deuda externa total, ahora es solo el 54%.

Está aumentando la vulnerabilidad externa del país, lo que compromete nuestro futuro económico, y no se vislumbran políticas claras y efectivas para reducirlo.

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