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¿No te acuerdas de mí?

A todos nos ha pasado y nos sigue sucediendo. Saludamos y nos saludan personas que vagamente -y en ocasiones ni eso- recordamos o nos son familiares.

25 de marzo de 2019 Por: Mario Fernando Prado

A todos nos ha pasado y nos sigue sucediendo. Saludamos y nos saludan personas que vagamente -y en ocasiones ni eso- recordamos o nos son familiares. La mayoría de las veces salimos con un tres raspando de esas situaciones a punta de saludos protocolarios, preguntas y frases de cajón.

Al despedirnos de esos ilustres conocidos desconocidos nos quedamos con la inquietud de quiénes diablos eran y la mayoría de las veces no logramos ubicarlos.

Heredé de ese patriarca del periodismo de antes, Jorge Arturo Sanclemente, la palabra ‘líder’ para referirme a quiénes sé quiénes son y también a los que no tengo idea quiénes diablos son y me ha dado estupendos resultados, al punto que los así llamados por este pajarraco, se sienten honrados con semejante título.

No sucede lo mismo, sin embargo con las mujeres, a las que no puedo decirles ‘lideresas’ porque el término me parece horroroso y con un tufillo de directivas de cualquier junta de acción comunal.

Es así como suelo caer en melosos y a ratos exagerados adjetivos tales como ‘amor’, ‘belleza’, ‘mi vida’, ‘mi cielo’ y reconozco cursilerías que me hacen ver como un viejo verde, lo cual a ratos funciona muy bien porque muchas se lo creen y me volean su luenga cabellera y aquí entre nos, me suben el don Juan.

El problema surge cuando aparecen las confrontaciones con preguntas como: “¿No me recuerdas?”. Y uno de sapo responde “pero claro que te recuerdo”, y hasta agrega “eres absolutamente inolvidable”, y ahí viene la puñalada matrera “y si me recuerdas y soy absolutamente inolvidable, ¿por qué no sabes mi nombre?”.

¡Trágame tierra! Uno no sabe qué decir ni dónde meterse, a punto que sería mejor pasar por grosero y poco galán y desde un principio decir la verdad y aceptar que no se reconoce a la supuesta conocida.

Otra opción es preguntar por la familia o por el trabajo y tratar -no siempre con mucho éxito- de adivinar por asociación de ideas de quién se trata.

Lo que pasa es que esa manifestación de olvido a ratos sale cara porque puede tratarse de alguien que en algún momento de la vida fue muy cercana y ahí si queda uno como un ‘picadito’, ‘inmamable’, ‘venido a más’ y todo cuanto se le puede decir a un maldito olvidadizo, desagradecido y mil cosas más...

Preguntas pues como aquella de “a que no sabes quien soy” o “ya no acuerdas de mí” ponen a millón el disco duro y así uno trate inútilmente de devolver la película, ya a estas latitudes de la existencia hay que reconocer que muchos episodios de la vida pertenecen a ‘Lo que el viento se llevó’, para no parafrasear los boleros aquellos que en algún aparte dicen “se me olvido que te olvide” o, peor aún , “prefiero olvidarte”...

***

Posdata:
Quedó claro que las mingas vienen con todo, hasta con pólvora para fabricar las inofensivas velitas romañas, diré romanas, para entretener sanamente a los niños que llevan a estos actos de paz y convivencia.

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