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‘Madames’ caleñas

La Unidad Investigativa de Siriri se dio a la grata tarea de auscultar a quienes fueron hasta hace pocos años, aquellas alcahuetas que cuadraban encuentros de personajes de la política y los negocios con mucharejitas...

6 de agosto de 2018 Por: Mario Fernando Prado

A propósito de la ‘Madame’ de Cartagena que resultó ser una proxeneta de alto vuelo, la Unidad Investigativa de Siriri se dio a la grata tarea de auscultar a quienes fueron hasta hace pocos años, aquellas alcahuetas que cuadraban encuentros de personajes de la política y los negocios con mucharejitas que se entregaban de cuerpo completo a estos compradores de furtivas y húmedas compañías.

En esta labor se develó no solo el nombre de estas damas sino también el de muchos de sus habituales clientes, algunos ya fallecidos, otros que aún viven pero están en artículo mortis e incluso unos pocos que tuvieron descendencia con las ‘ahijadas’ de quien se las presentó.

Como por esas calendas no había moteles ni otros lugares de solaz para esos menesteres, había que recurrir a aquellas casas que con un bombillo rojo anunciaban que ‘había mercancía’ -qué horror-, en donde existían piezas con baño estilo Palermo, casona de dos pisos en el Kilómetro 3 de la carretera al mar y en donde les cogió la explosión del 7 de agosto a dos pulquérrimos abogados que al ver el cielo rojizo de Cali concluyeron que era el castigo de Dios por las atrocidades que estaban cometiendo.

La otra alternativa eran los apartamentos que alquilaban varios ricos de la época y que los prestaban a sus más cercanos amigos y cómplices y en uno de los cuales una joven de la región se defenestró, suceso que se disfrazó como un desafortunado accidente.

Pero bueno, dejemos los nombres de estos caballeros para la reserva del sumario y démosle paso a las ‘madames’ de aquel entonces.

La lista la encabeza ‘la gran dama de la noche’, bautizada así por quien la amo sin ropa y todo, el gran tenor Alberto Granados a quien le dedicaba las más trágicas canciones de Agustín Lara. De nombre Victoria Lozano, fue la émula de Blanca Barón, la célebre Celestina del Palacio de San Carlos que proveía de ‘carne fresca’ de presidente para abajo.

Tuvo doña Victoria dos preciosas hijas de apellido Gonzales -no doy más datos- quienes lejos de seguir los pasos de su progenitora, se dedicaron a vivir juiciosas y hoy son reputadísimas señoras sin gota de su pasado.

Hubo otra de reconocido apellido pero nada que ver con tan distinguida familia. Se trató de Susana Borrero, ‘madame’ de curvilínea figura, un tanto rubicunda y que hacía las delicias de sus comensales, teniendo además exquisitos menús en su exclusiva carta, platos que se disputaban prestantes dirigentes bancarios y empresariales.

Suena todavía el nombre de la insigne Coja Gladiz, proveedora de muchachonas de esas que nunca habían visto a Dios y que exhibía en su apartamento de la Carrera Segunda -no doy más datos- a manera de buffet. Dicen que eran platos rechupetudos...

Me queda faltando espacio para mencionar al fallecido Angelino Banguero, gran decanazo, de quien juran fue el primer caleño que murió de sida así como misiá Lucy Agudelo que debe andar en el cielo porque en sus últimos días se dedicó a la oración y al ayuno, dándose golpes de pecho y bebiendo y comiendo tan solo agua bendita y hostias a tutiplén.

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