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Los cerros de la vergüenza

Lo acaecido el pasado fin de semana con el incendio de más de 180 hectáreas circunvecinas al cerro de Cristo Rey es un capítulo más, doloroso y triste, de lo que está sucediendo en nuestros cerros tutelarles.

3 de septiembre de 2018 Por: Mario Fernando Prado

Lo acaecido el pasado fin de semana con el incendio de más de 180 hectáreas circunvecinas al cerro de Cristo Rey es un capítulo más, doloroso y triste, de lo que está sucediendo en nuestros cerros tutelarles.

La pavorosa conflagración que duró cerca de 18 horas ha dejado un deplorable panorama de tierra arrasada como si se tratase de esos espectáculos horripilantes que recuerdan las guerras atómicas, y no exagero: viendo los videos y las fotografías se advierte el nefasto daño ecológico que ha sufrido la capa vegetal y lo que debería ser un templo es hoy un rastrojo cuya recuperación -nos dicen- tardará más de quince años.

Menos mal que el viento resultó favorable (!) y no dirigió las llamas hacia el sector de El Mameyal y aledaños porque la tragedia hubiese sido peor, cobrando de paso -y ojalá no- muchas vidas humanas y animales y la destrucción de docenas de viviendas.

Pero el daño está hecho y se están investigando las causas entre las cuales no se descartan los pirómanos y, peor aún, quienes producen estas quemas en aras de dejar el terreno libre para las invasiones que pululan en nuestros alrededores.

Acerca de estas víctimas, se sabe y se conoce de las hordas que desde hace mucho tiempo están esperando ‘dar el golpe’ y por ello las autoridades ya están avisadas porque, de producirse este delito, sólo hay 72 horas para desalojar a los invasores. De lo contrario, ahí se quedan durante años a la espera de un fallo judicial que les puede resultar favorable.

Es la eterna historia de esos apropiamientos a la brava que tugurizaron la loma de Cristo Rey desde el río Cali -vean la nueva invasión que se ‘aprecia’ desde la carretera al mar y que no demora en llegar a los dedos de los pies de la estatua- y frente a la cual no se podrá hacer nada distinto a, en breve, colocarles los servicios de acueducto, energía y alcantarillado...

Y si por Cristo Rey llueve, por las Tres Cruces no escampa: las minas de carbón han horadado durante décadas sus entrañas, la cacareada arborización ha sido todo un fracaso, las invasiones siguen campantes frente a los ojos de las autoridades y la depredación de la montaña es más que vergonzosa, para no hablar de la cereza del postre que -al igual que sucede en Cristo Rey- son las antenas que degradan los monumentos y hacen sentir pena ajena cuando se les visita en compañía de algún turista.

Es tiempo que nos apersonemos de nuestros cerros tutelares y que promovamos o apoyemos su recuperación.

De lo contrario, los cinturones de miseria que se forman en Cali acabarán asfixiándonos como prueba de nuestra ineptitud y de la ineptitud de un estado que permite y tolera tal desvergüenza.

***

Posdata: Felicitaciones por el evento Oiga, Mire, Lea. Y después dicen que aquí no hay vida cultural.

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