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Fortunas flor de un día

Don Fulano trabajó toda su vida con prisa y sin pausa. Llevó una vida demasiado austera. Con muchas autoprivaciones fue haciendo una fortuna pensando siempre en el bienestar de los suyos y en dejarles una sólida herencia.

15 de abril de 2019 Por: Mario Fernando Prado

Don Fulano trabajó toda su vida con prisa y sin pausa. Llevó una vida demasiado austera. Con muchas autoprivaciones fue haciendo una fortuna pensando siempre en el bienestar de los suyos y en dejarles una sólida herencia. Cualquier enfermedad acabó con su vida y hasta último momento dio ejemplo como esposo y padre. Quienes le recuerdan concuerdan en que fue un gran señor y un paradigma de ciudadano y hombre de bien.

A su muerte había logrado amasar un gran capital que legó todo a sus dos herederos a los que creyó haber formado para que pudieran disfrutar y acrecentar una fortuna producto de más de medio siglo de incesantes y dispendiosas jornadas de sol a sol, porque además fue hombre de hogar y lo que llaman ‘ratón de un solo hueco’.

Sus hijos fueron los primeros sorprendidos al sumar la cantidad de bienes y acciones que tenía su padre y vino la repartiña de lo pulpo que se gastaron o se ‘tiraron’ en gustos que su progenitor nunca se permitió: vacaciones por el mundo, penthouses, sibilinas recepciones y hasta yates y avionetas.

Ese tren de vida duró poco porque el despilfarro fue mayúsculo y cuando empezó a escasear el efectivo o ‘la sencilla’ como solían decir, comenzaron los problemas. Optaron entonces por echar mano de la parte de la viuda -su madre- una distinguida matrona de misa diaria a quien le pasaban las poquitísimas cosas que necesitaba.

Le hicieron firmar montones de papeles y ella quedó en la calle, totalmente ignorante de que la mitad de los bienes y para bienes de su marido que le correspondían legalmente, habían pasado a manos de sus habilidosos vástagos.

Como es de esperarse, la gasolina les duró otros pocos años porque al descuidar los negocios se fue creando una bola de nieve que les obligó a vender a precio de desespero buena parte de los activos, sin que por ello se bajaran de la nube de sus otrora ínfulas de millonarios.

Fue así como los nietos del ‘pater familias’, lejos de heredar las condiciones y el tesón que tenía su abuelo, siguieron montados en el derroche, muy pero muy lejanos de la disciplina y la visión de quien seguramente supo hacer una fortuna pero falló en saber educar a sus hijos.

Lo que vino después es triste y hasta vergonzoso. Raspada la olla y exprimida hasta la última gota de lo que les quedó, terminaron en ‘casa de alquiler’ alejados de las amistades a las que tanto halagaron, enfermos y viviendo hasta de caridad, arrimados donde cualquier pariente al que en su momento miraban por encima de hombro.

Antier murió el menor de los sucesores de ese epónimo hombre de empresa. Me dicen que hubo que hacer una ‘vaca’ para pagar su cristiana sepultura, mientras que sus hijos, al igual que sus primos, confirman aquel refrán que reza ‘padre jornalero, hijo caballero, nieto pordiosero’.

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Posdata: Popayán esta lista para recibir a los visitantes que este año no pueden faltar a la cita en la Ciudad Blanca que hoy más que nunca abre sus puertas para que le demostremos la solidaridad y el afecto que bien se merece.

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