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Piel dura

Un médico muy querido de Cali, publicó en su Facebook la foto y un pequeño texto sobre un colega suyo muerto en la primera línea de combate del coronavirus en un hospital de Barcelona, España.

29 de mayo de 2020 Por: María Elvira Bonilla

Un médico muy querido de Cali, publicó en su Facebook la foto y un pequeño texto sobre un colega suyo muerto en la primera línea de combate del coronavirus en un hospital de Barcelona, España.

Era su pequeño homenaje a su compañero de facultad en la Universidad del Valle, José Armando Espinoza, caleño, a quien en plena madurez de su profesión, el Covid-19 lo cogió en la primera línea del combate en el hospital donde trabajaba, salvando vidas.

Sin decirlo, su intención era clara: no quería que su colega amigo entrara a formar parte de las estadísticas, del torbellino de muertes que en España superan las 26 mil. El post de Marco Martínez en su Facebook, la verdad no solo me conmovió, sino que hizo reflexionar.

Me puse en la tarea de rastrear fallecidos del coronavirus en Colombia. Encontré muy poco. Esta pandemia la estamos enfrentando con cifras estadísticas, perfectas para carburar el miedo. El boletín que envía a diario, cada tarde, el Ministerio de Salud trae datos escuetos de número de infectados y los fallecidos el día anterior.

Esta última lista viene con la identificación de género, y las llamadas morbilidades, que son los antecedentes de salud de cada persona, en el más del 90% de los casos se repiten las mismas complicaciones. Y hasta allí.

Con base a estos datos, epidemiólogos y gobernantes toman decisiones pero además montan a la sociedad en una perversa dinámica de estadísticas, modelos y proyecciones, sin explicaciones ni contextualización alguna, con el miedo como colofón.

Allí no hay seres humanos, sino cifras. Con el agravante de que, al menos en Colombia, contagiarse o morirse por el virus, arrastra un estigma peor que el del Sida en su época, que además tenía la connotación de la homosexualidad. El tabú es total y se guarda como un secreto de familia completado por el hecho de que no hay entierros, ni rituales de despedida. Anonimato y silencio. Aquello que precisamente quiso romper el doctor Martínez.

En esa misma línea, el domingo pasado la primera página del New York Times estuvo dedicada a los más de 100 mil muertos que ha puesto la pandemia en Estados Unidos. No se limitaron a acentuar la dramática y alarmante cifra sino que cada uno de los nombres de la larguísima lista, iba acompañado de una pequeña biografía. Se trataba de hacerle un homenaje a la vida, derrotados por esta agresiva epidemia.

A los colombianos se les ha endurecido la piel. Así ocurre con los muertos de la guerra y sus víctimas, pero también con los líderes sociales asesinados; a duras penas se conocen sus nombres y escasamente sus rostros. El Covid-19 es aun más drástico: borra toda huella. Cifras, estadísticas que forman parte del paisaje.

Sí, se nos ha puesto dura la piel, como individuos y como sociedad. Y anestesiarse frente al dolor del otro, con exterioridad y distancia, siembra un egoísmo y una insensibilidad tóxicas en estos tiempos de coronavirus cuando para enfrentar la pandemia se requiere ante todo de mucha solidaridad, como en el juego del ponen todos.

Tanta piel dura, tanta indolencia rondado, llevan a preguntarse si en realidad estos meses de amenaza y miedo que han forzado nuevos hábitos de vida dejarán un saldo positivo en nuestra condición de seres humanos o por el contrario acentuarán las mezquindades nacidas del sálvense quien pueda que termina conduciendo a un inevitable socavón.

Sigue en Twitter @elvira_bonilla