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Para qué borrar a Evo

El triunfo de una oposición desvertebrada -que ha empezado a sacar las uñas mostrando los móviles personalistas de sus líderes- sin proyecto de país distinto al de hundir a Evo Morales, puede resultar letal para Bolivia.

28 de febrero de 2020 Por: María Elvira Bonilla

El triunfo de una oposición desvertebrada -que ha empezado a sacar las uñas mostrando los móviles personalistas de sus líderes- sin proyecto de país distinto al de hundir a Evo Morales, puede resultar letal para Bolivia.

Sin desconocer el sesgo autoritario de Morales y su obsesión por perpetuarse en el poder que obstaculizó el desarrollo de unas elecciones legítimas, los cambios alcanzados durante sus tres períodos desde el 2006 cuando ganó las elecciones saltan a la vista. De allí su popularidad y que el candidato a sucederlo, el ministro de hacienda Luis Arce, el arquitecto del ‘milagro económico boliviano’, sea el favorito en las encuestas.

La llegada al poder de alguien como Evo, salido de la Bolivia profunda, descendiente y vocero de millones de indígenas humillados y acallados durante siglos, fue de hecho impactante. Una ceremonia de posesión con el ritual sagrado de los Aymaras; su presencia con un atuendo imponente, auténtico y un lenguaje pausado que rompía la retórica tradicional del poder.

Sin desconocer sus raíces se rodeó de técnicos y profesionales de peso como su vicepresidente Álvaro García y gobernó con el apoyo de sectores modernos empresariales incluso de Santa Cruz, donde a la postre se gestó la rebelión de base religiosa que terminó forzándolo a renunciar en noviembre pasado.

Los cambios que consiguió fueron reconocidos internacionalmente. La gente de La Paz pudo transportarse en teleféricos de última tecnología con cabinas de colores, silenciosas y no contaminantes que con las tres líneas concluidas podrán ahorrarse hasta 2 horas diarias de trabajo transportándose por las alturas en una red interconectada de once kilómetros.

Hace diez años Bolivia era el segundo país más pobre de América Latina, controlada su economía por empresas mineras extranjeras que Morales nacionalizó en el 2006 para invertir una parte de estos excedentes en los sectores generadores de empleo (industria, manufactura, artesanía, transporte, desarrollo agropecuario, vivienda, comercio, y en reducción de la pobreza mediante políticas sociales (enseñanza, sanidad), incrementos salariales (a los funcionarios y trabajadores del sector público), estímulos a la inclusión [bono Juancito Pinto, renta dignidad, bono Juana Azurduy y políticas de subvenciones. Un millón de bolivianos han salido de la pobreza.

El crecimiento económico ha tenido tasa promedio del 5% anual, con una inflación controlada generándose una demanda interna creciente más 5,4%. La deuda pública, que representaba el 80% del PIB, se redujo al 33% del PIB. La tasa de desempleo (3,2%) es la más baja de América Latina generándose un retorno de muchos inmigrantes bolivianos.

Evo Morales le apostó a la integración de una torturada geografía (un tercio, altas montañas andinas, dos tercios, tierras bajas tropicales y amazónicas) con una fractura cultural enorme (36 naciones etnolingüísticas) y además de soluciones sociales y culturales construyó ambiciosas obras (carreteras, puentes, túneles) para conectar, articular, comunicar regiones lejanas y armar un país común a todos.

Buscó crear puentes entre lo raizal tradicional y la modernidad pero sobre todo dignificó el alma indígena. Su mesianismo lo traicionó pero no por ello debe enterrarse una dinámica de cambio que le ha servido a Bolivia y los bolivianos.

Sigue en Twitter @elvira_bonilla