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Más allá del miedo

Creo que nunca habíamos vivido la experiencia de ver desbocado, sin riendas y de manera generalizada ese asfixiante y enceguecedor estado psíquico de los humanos llamado miedo.

19 de marzo de 2020 Por: María Elvira Bonilla

Creo que nunca habíamos vivido la experiencia de ver desbocado, sin riendas y de manera generalizada ese asfixiante y enceguecedor estado psíquico de los humanos llamado miedo. El miedo bloquea la mente, la ahoga e impide pensar con serenidad dejándole solo espacio a la reacción defensiva. En el caso del coronavirus, este miedo transformado en un pánico que solo encuentra sosiego en el encierro, no solo como medida de contención sino de apaciguamiento emocional.

En medio de la incertidumbre mundial, mentes lúcidas intentan trascender el universo individual. Uno de ellos es el pensador francés, Edgar Morin quien a sus 98 años en el ocaso de la existencia vital no se rinde y sigue pegando riendazos para obligar a pensar. Y no escapó a la urgencia de pensar la dramática coyuntura y escribió en París, sitiada por el virus esta reflexión: “Lo que el coronavirus nos está diciendo”. Van aquí algunos apartes.

“El virus está trayendo una nueva crisis planetaria, la crisis planetaria de la humanidad en la era de la globalización. Y revela, una vez más, nuestra interdependencia. La respuesta sólo puede ser de solidaridad y una respuesta planetaria.

Apareció muy lejos en una ciudad desconocida en China. Pero el virus empezó a viajar; de mano en mano, de aliento en aliento; toma el camino, el barco, el avión, va de tierra a tierra, de la tos a la saliva. Penetra con sigilo, aquí y allá, en Lombardía, en el Oise, y se extiende por toda Europa. La contaminación gana. Se declara la alerta de pandemia.

El problema principal es obviamente la salud. Los hospitales, víctimas de ahorros sin sentido, ya están abrumados, y el virus amplificará la crisis hospitalaria. La cura es todavía desconocida, la vacuna no existe. Las declaraciones de los médicos son contradictorias, algunas advierten de un gran peligro, otras tranquilizan sobre la baja tasa de mortalidad.

Las autoridades públicas están adoptando medidas de protección que sólo pueden aislar parcialmente a los enfermos o a los sanos en peligro.

Las medidas preventivas adoptadas en todo el mundo están afectando a las escuelas, las reuniones, frenando el comercio, inmovilizando los buques de carga y de pasajeros, limitando los viajes internacionales, bloqueando los productos de exportación, especialmente los medicamentos, reduciendo el consumo de combustible, desencadenando una crisis entre los países productores de petróleo, provocando caídas en el mercado de valores y empezando a provocar una crisis económica en una economía mundial ya desregulada. (…)

El virus nos dice entonces que esta interdependencia debe dar lugar a la solidaridad humana en la conciencia de nuestro destino común. El virus también nos revela lo que he llamado la ‘ecología de la acción’: la acción no obedece necesariamente a la intención, puede ser desviada, desviada de su intención e incluso volver como un búmeran para golpear al que la ha desencadenado.

Esto es lo que el profesor Eric Caumes de la Pitié-Salpêtrière predice: “Al final, son las reacciones políticas a este virus emergente las que conducirán a una crisis económica mundial... con un beneficio ecológico”. La última paradoja de la complejidad: el mal económico podría generar una mejora ecológica. ¿A qué costo? En cualquier caso, mientras nos hace mucho daño, el coronavirus nos dice ‘verdades esenciales’. Que es urgente saber leer.

Sigue en Twitter @elvira_bonilla