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La hora de los alcaldes

Contrasta la credibilidad en estos gobernantes locales con aquello que sucede a nivel del Gobierno Nacional, o como se dice coloquialmente “en Bogotá”.

18 de junio de 2020 Por: María Elvira Bonilla

Maurice Armitage dejó la alcaldía con una escueta favorabilidad del 22%. Después de seis meses, su sucesor Jorge Iván Ospina, quien ganó las elecciones a contracorriente de buena parte del establecimiento caleño que dividió su voto entre Alejandro Éder y la riesgosa aventura que significaba el Chontico, cuenta hoy con una favorabilidad del 67%, muy superior a la aceptación con la que contó para llegar a la Alcaldía el pasado octubre.

Algo parecido sucedió en Bogotá. Enrique Peñalosa, el alcalde de Bogotá dejó el cargo con una favorabilidad del 27% y su sucesora Claudia López marca 76% de aceptación.

En Medellín el alcalde Federico Gutiérrez terminó con 41% de favorabilidad, que su sucesor Daniel Quintero multiplicó por dos; en este momento es el más popular de los burgomaestres con 84% de favorabilidad.

Son los alcaldes de las tres principales ciudades del país. La medición la realizó la firma Datexco, para el estudio Pulso País, que viene midiendo el comportamiento de los últimos gobiernos, una fotografía de los distintos momentos casi siempre marcados por la insatisfacción ciudadana. Esta encuesta tiene la particularidad de haberse hecho en plena crisis del coronavirus en la que el balón ha estado en la cancha de los gobernantes locales quienes tienen la llave en el manejo del día a día para aplicar las medidas que afectan la cotidianidad de las personas. En este momento incómodas y difíciles. Son los alcaldes quienes tienen que ponerle la cara a la adversidad.

Y los hemos visto a los tres con los zapatos en el barro. Han sabido transmitir la seguridad que la ciudadanía reclama frente a la sorpresiva amenaza del Covid-19 en contagios y muertes y proyectar la confianza necesaria para dictar medidas de choque: los odiosos pico y cédula, ley seca y hasta los toques de queda. Han sabido convencer, a regañadientes, que el interés general prima sobre el individual.

Se les ven remangados, comprometidos con los problemas, incluso hasta repartiendo mercados en las madrugadas de los duros días de la cuarentena y supervisando al milímetro. Persiguiendo infectados, intentando encerrarlos y hasta disolviendo fiestas privadas. La encuesta mide su credibilidad a la hora de tomar decisiones y de organizar la estructura administrativa a su cargo para responder a la emergencia. Los tres han sabido comunicar y conectarse con la gente.

Contrasta la credibilidad en estos gobernantes locales con aquello que sucede a nivel del Gobierno Nacional, o como se dice coloquialmente “en Bogotá”. Se legisla a la distancia, el Presidente habla todas las tardes desde el Palacio de Nariño acompañado de algún ministro, pero nadie les cree. Es un ejercicio de retórica política que poco convence y está mandando a recoger. De allí que la favorabilidad del Duque, en esta misma encuesta, y en un momento de crisis que ameritaría un gran liderazgo nacional capaz de unir voluntades y propósitos, no supera el 36%, rodeado por unos ministros desaparecidos y que todos se rajan sin alcanzar un mediocre 3.

¿Y los políticos, y los expresidentes qué se hicieron? Todos en sus encierros conectados con pantallas digitales, de espaldas a unos problemas monumentales que solo los alcaldes se han atrevido a frentear.

Sigue en Twitter @elvira_bonilla