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La gota que rebosó la copa

Hoy fue detenido el senador Iván Moreno Rojas, hermano del alcalde de...

29 de abril de 2011 Por: María Elvira Bonilla

Hoy fue detenido el senador Iván Moreno Rojas, hermano del alcalde de Bogotá. Tendrá que responder por su presunta vinculación con irregularidades en la millonaria contratación de Bogotá. Su hermano, el Alcalde, no resiste ningún escenario público porque muy seguramente la rabia que se enquista en la capital puede convertirlo en un blanco de agresividad. Y la verdad, no es para menos.Atrás quedaron los años de progreso de Bogotá. Parece hoy una ciudad bombardeada. Por donde se transite se tropieza con desesperantes cintas amarillas que anuncian sin explicación alguna que está cerrado el paso por una obras que supuestamente avanzan escondidas detrás de unos horrendos y detestables plásticos verdes. Andenes a medio hacer y huecos por tapar, calles en una interminable y caótica reparación, redes de acueducto, alcantarillado, de fibra óptica que no terminan de extender. Un enjambre de trabajos inconclusos que impiden la circulación. Cuadro kafkiano que además de desnudar el desorden institucional imperante, expresa crudamente la dinámica loca de la contratación pública.Con la administración Moreno se llenó la copa. El abuso y el cinismo con el que han actuado, convencidos que el poder les daba para blindarse y actuar a sus anchas, los llevó a romper cualquier límite. Pero la Justicia ha reaccionado con firmeza frente a la corrupción. La fiscal Viviane Morales ha mostrado una gran templanza y rectitud, en contraste con muchos de sus antecesores. No va a cocteles ni recibe visitas de abogados en su despacho ni comparte el tinto con nadie. Y hace bien no prestarse a los consabidos manoseos. La ciudadanía no sólo bogotana, sino de todo Colombia está asqueada, desesperada, rabiosa, no resiste un escándalo de corrupción más. La decisión de la Corte Suprema de Justicia sorprendió a Iván Moreno cuando se sentía capaz de obligar, a punta de leguleyadas, a aplazar su cita con el procurador Alejandro Ordóñez. Su cinismo lo había llevado a concentrarse en la búsqueda de recursos para dilatar la audiencia pública y ayer precisamente había armado una nueva recusación para hacerle el esguince a la sanción disciplinaria. Pero la justicia llegó por vía de la Corte. Pero el tema no es sólo en Bogotá. La corrupción está desbordada y recae sobre una clase política desprestigiada que deslegitima las administraciones locales, regionales y nacional, pero también sobre los contratistas y negociantes privados que inducen a las coimas. Condiciones escritas en letra menuda para direccionar la licitación a favor del contratista amigo o socio escogido de antemano. Una interminable cadena de favores y favoritismos -yo te ayudo, tu me ayudas-, que ensucian la contratación y enriquecen indebidamente a los favorecidos con los dineros de todos los colombianos. En el carrusel de la contratación de Bogotá caerán, por primera vez, tanto unos como otros.La rabia ciudadana frente a una corrupción crece. Una rabia que se expresó incipientemente alrededor de Antanas Mockus como símbolo de la pulcritud en las pasadas elecciones presidenciales, pero que aún no toma forma política. Esta será sin duda la gran bandera electoral, mientras no sea simple retórica, en la que ya nadie confía.