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Hagámonos pasito

Independientemente del cuestionable proceder del alcalde Daniel Quintero, -quien ha mostrado unos inocultables rasgos autoritarios-, al forzar la renuncia de la Junta Directiva de las Empresas Públicas de Medellín, su pretensión de desamarrar el tamal de Hidroituango es más que loable.

13 de agosto de 2020 Por: María Elvira Bonilla

Independientemente del cuestionable proceder del alcalde Daniel Quintero, -quien ha mostrado unos inocultables rasgos autoritarios-, al forzar la renuncia de la Junta Directiva de las Empresas Públicas de Medellín, su pretensión de desamarrar el tamal de Hidroituango es más que loable. Y necesario.

En la junta que acaba de renunciar, tenían asiento ocho respetables antioqueños, entre los cuales cinco venían de atrás y por tanto cargaban con el mamut de Hidroituango a cuestas. Estaba claro que esta Junta no iba a aprobar la billonaria demanda correspondiente al daño emergente y el lucro cesante de un proyecto en el que la mayoría estaba directamente involucrada. El alcalde con su gerente de EPM avanzó a solas.

Hasta el momento ha reinado la impunidad alrededor del tema Hidroituango, imperando la nefasta lógica, muy colombiana por lo demás, del ‘hagámonos pasito’. Un comportamiento que es intrínseco y casi natural en el mundo del poder, donde priman los intereses en juego.
Dentro de esa lógica, la decisión del alcalde de dejar de hacerse pasito y mostrar los dientes a través de su gerente en EPM Álvaro Guillermo Rendón, descolocó a todos aquellos protagonistas de la sociedad antioqueña que durante décadas han logrado mantener un equilibrio entre lo privado y lo público. Agitó, y de qué manera, las aguas mansas del manejo durante décadas de EPM, la joya de la corona y la caja mayor de los alcaldes de Medellín.

Todo estaba preparado para que en diciembre de 2018, Hidroituango, la central hidroeléctrica responsable de entregar el 17% de la energía de Colombia, entrara en funcionamiento. Pero el 28 de abril pasó lo inesperado: colapsó uno de los tres túneles de la represa construido para desviar las aguas del río Cauca. Se sabe que la catástrofe se debió al cambio en el diseño original para implementar un plan de aceleración -aprobado por la Junta Directiva- que asegurara cumplir con los compromisos en la producción de energía en los tiempos pactados y con ventas a futuro, para no tener que pagar sanciones por retrasos. Imperó la codicia.

Los sobrecostos para que Hidroituango empiece a producir energía en el 2022, alcanzan los $ 9,9 billones, los mismos que vale la demanda de EPM contra los responsables del proyecto: Integral/Solingral diseñadores del túnel y los constructores Camargo y Correa (brasileños), Conconcreto y Coninsa Ramón H; los interventores Ingetec y Sedico y las aseguradoras Seguros Generales Suramericana y Chubb Generales.

La campaña electoral para la gobernación de Antioquia y la Alcaldía de Medellín estuvo signada por el pecado de Hidroituango. Había un acuerdo tácito entre Aníbal Gavirira, quien como alcalde de Medellín presidió la junta de EPM cuando se tomó la decisión fallida, y el candidato del Centro Democrático Alfredo Ramos, que terminó derrotado por Daniel Quintero, para no levantar la alfombra. Se trataba de hacerse pasito y así no afectar a las empresas antioqueñas y a la ‘institucionalidad’.

Nadie calculó que en la recta final de la contienda de octubre pasado se podría colar un advenedizo para el establecimiento paisa como es Daniel Quintero, quien cuenta en este momento con un 83% de favorabilidad. Pero ocurrió, y lo que acaba de suceder es un primer cimbronazo de otros que seguro llegarán.

Sigue en Twitter @elvira_bonilla