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El mundo de Greta

on dos las Gretas que tengo en mente, hijas/expresión humana de un mismo país: Suecia. La inmortal Greta Garbo y la sorprendente jovencita Greta Thunberg quien con sus 16 años y su estruendosa cachetada verbal.

26 de septiembre de 2019 Por: María Elvira Bonilla

Son dos las Gretas que tengo en mente, hijas/expresión humana de un mismo país: Suecia. La inmortal Greta Garbo y la sorprendente jovencita Greta Thunberg quien con sus 16 años y su estruendosa cachetada verbal se robó la atención de los apoltronados y grises personajes reunidos en el ritual anual de la Asamblea de unas Naciones Unidas con un protagonismo cada vez más irrelevantes. Señorones y señoronas con unos discursos plagados de lugares comunes que no le mueven la aguja a nadie, reflejo de la descomunal crisis de liderazgos que azota al mundo.

Es posible que el látigo feroz de las palabras y gestos de la pequeña Greta, no produzca los resultados urgentes que se necesitan, enfrentada a la barrera a la codicia de los 4 gigantes Estados Unidos, China, Rusia y en menor grado los europeos. Pero su cruzada va dejando huella.

Pero Greta no salió de la nada. Nació en Suecia, en una sociedad donde los derechos de la gente cuentan. Donde los derechos se respetan en medio de un equilibrio social en el que hablar de calidad de vida y la satisfacción de las necesidades no es retórico.

Salud, educación, vivienda y vejez están resueltas; con austeridad, pero para todos. Se financian con los impuestos que empiezan con un banderazo superior al 35 % sobre los ingresos que aumentan proporcionalmente a éstos. Se pagan porque las inversiones y servicios realizados benefician directamente al ciudadano contribuyente; nadie se los roba.

Es el resultado de décadas de construcción de un país con un modelo de cepa socialdemócrata, estructurado con un capitalismo de libre empresa y un Estado fuerte que redistribuye socialmente los ingresos producidos por el trabajo y las inversiones privadas a la par que vela por el cumplimiento de las reglas establecidas y el respeto de los derechos reconocidos.

Por esto Greta tuvo la posibilidad de contar con un papá y una mamá cuidándola durante su primer año de vida –la licencia de maternidad de ambos es de un año-. Como todos los niños suecos creció en la guardería pública de su barrio entre juguetes de madera, tela, hechos de materiales naturales ajenos al plástico invasivo y desechable de tanto Fisher Price; continuó en un colegio cercano y le espera una universidad igualmente pública y gratuita.

En Estocolmo los niños juegan con libertad en parques y calles. Caminan sin miedo en una ciudad con pocos carros donde todos, incluidos los adultos mayores, se movilizan en bicicletas, a pie, patineta, en tranvía o en un metro, que funciona silencioso, impecablemente limpio y como un relojito. Quienes viven en los suburbios estacionan los automóviles en parqueaderos a la entrada del centro urbano para movilizarse luego en un transporte público amable y no contaminante.

El tema ambiental no es asunto nuevo allí. Con una legislación que lleva 30 años completándose hasta haber logrado construir una disciplina social que ya es un comportamiento natural. La agricultura orgánica sin químicos y fertilizantes, amigable con el ambiente se ve en la oferta generalizada de productos que confirman que el cuidado de la vida y el planeta, así como su cotidianidad austera liberada del atropello consumista está en el ADN de los suecos. El país de Greta Thunberg, la adolescente que quiere que su mundo, igual que el planeta, se salven.

Sigue en Twitter @elvira_bonilla