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Cuando las cosas atropellan

En estos tiempos de excesos, de compras innecesarias, de niños y jóvenes...

30 de diciembre de 2011 Por: María Elvira Bonilla

En estos tiempos de excesos, de compras innecesarias, de niños y jóvenes insatisfechos, a  quienes es difícil sorprender porque lo tienen todo, bien vale la pena retomar esta reflexión navideña que  me envió el padre Dario Ospina, un amigo que extraño del Quindio, y que encuentro útil compartir. Es una reflexión sobre el atropello del consumo surgida de una columna publicada por Alejandro Morton en el New York Times. Dice Morton:La crisis en el mundo se debe, entre otras cosas, a la inseguridad que las personas tienen frente a sí mismos. La continua necesidad de comprar que nunca será satisfecha, porque esperan encontrar en lo recién adquirido una satisfacción personal que jamás llegará. A nivel social no nos hemos dado cuenta de que ese impulso descontrolado por comprar es, en el fondo, la causa profunda de la crisis económica que se ha explayado por el mundo, alimentada por un sistema financiero insaciable que facilitó recursos para estimular la adquisición de bienes sin tener con qué.Pocas cosas hay más tensionantes que tratar de mantenerse a la moda en ropa, calzado, accesorios, tecnología, viajes, comidas, restaurantes, casas, muebles, autos y todo lo aquello que se pueda añadir. Quien tiene dinero en exceso puede comprar, usar y desechar, pero quienes vivimos sujetos a un presupuesto debemos cuidar en qué se gastan los recursos y entender por qué y para qué se realizan las compras.La presión social existe, pero es necesario preguntarse ¿cuánto nos dejamos presionar?¿Cuál es el problema de que se rían de nuestro celular viejo? La risa es buena y si no les gusta el celular pueden bromear a costa de él y criticar el aparato, a su dueño o a ambos.El problema es de ellos, no del dueño del celular, a menos que éste lo tolere. Las personas se van confundiendo con los objetos que poseen, “el señor que es riquísimo” o “la señora de la casa grande”. Su personalidad no emana de lo imprescindible, sino de lo prescindible. Lo primero no se compra en ningún lado, lo segundo en cualquier parte.Las trampas de la presión social siempre han estado ahí. Mucha es la gente que termina presa de éstas, sobre todo quienes no se conocen ni se aceptan a sí mismos y que requieren de reconocimiento para sustituir sus propias carencias. El vacío personal no lo llena ni los closets repletos, ni los autos lujosos, ni las joyas exclusivas, ni los accesorios de lujo. La satisfacción de los consumidores insaciables no viene de poseer objetos, sino de presumir su posesión ante los demás.Y aquí viene la recomendación: ¿Tiene usted un celular del que sus ‘amigos’ se ríen cuando lo usa? Ríase con ellos y úselo hasta que guste. ¿Le duelen las burlas? Entonces cambie de amigos, no de celular.Adendum: Lamento y no logro asimilar la muerte de Luis Felipe Bonilla. Un ser humano y un médico generoso y excepcional, como lo describen sus pacientes de la prestigiosa clínica Mayo de Rochester y de Jacksonville.Encontró tristemente la muerte en cumplimiento de una misión en la que buscaba darle la oportunidad de vivir a un ser humano que requería de un corazón, como lo hizo en otras ocasiones. Mis condolencias a su papá, Carlos Bonilla Salinas y a su hermano Juan Carlos, otros dos grandes médicos caleños.