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Cuando el arte habla

Una artista baranquillera, caleña por adopción, Vicky Neumann, ha querido conmover con...

13 de agosto de 2010 Por: María Elvira Bonilla

Una artista baranquillera, caleña por adopción, Vicky Neumann, ha querido conmover con sus pinturas, tanto como la naturaleza misma. Las alarmas que han prendido los drásticos cambios climáticos descontrolados entre calores infernales y fríos polares, que tienen al mundo en ascuas; la furia de la naturaleza con sus devastadores tsunamis y terremotos; torrenciales lluvias o preocupantes sequías, los derrumbes en los socavones y perforaciones de minas y pozos, como el que enterró a 70 humildes mineros en Amagá o el imparable derrame petrolero en el Golfo de México, no han bastado para que la gente, la sociedad, los gobiernos reaccionen. Sin embargo, algunos individuos luchan solitarios. Es el caso de Vicky, una mujer que batalla con los colores, la brocha, la paleta y los pinceles para expresarse en imágenes contra todos estos desastres que la rodean. Habla de otra manera como lo hacen el arte, la literatura. Su sensibilidad y su talento quedaron plasmados en los lienzos que expuso en la Galería El Museo en Bogotá. Son veinte grandes cuadros de paisajes rasgados, heridos, rotos. Paisajes reelaborados con el fondo de maestros europeos y colombianos del Siglo XIX que Vicky agrede, empleando para ello la libertad de los trazos infantiles; brochazos arbitrarios de colores brillantes que irrumpen en la estética serena de los pintores decimonónicos, pero que, al igual que con el mundo rural y urbano que nos rodea, ya nunca volverá a ser la misma. Lo hace sin nostalgia. Con fuerza y con realismo deja, en manchones coloridos, las huellas drásticas de los daños irreparables, que a todos duelen.El arte es a veces más efectivo que mil palabras. Como lo ha demostrado también Doris Salcedo con las esculturas o instalaciones que la llevaron a ganarse el gran Premio Velásquez de las Bellas Artes en Madrid, en el museo del Prado, con Las Meninas como testigo. Doris, la artista que se ha hecho sentir en el mundo con su Grieta de 167 metros en la Tate Gallery de Londres o con las 13 sillas volantes que denuncian el caos o con su obra Atrabiliarias -un mural hecho de zapatos de mujer metidos en nichos y cubiertos por una fina película translúcida- o en la instalación Casa Viudas, donde los muebles lloran la pérdida de sus antiguos ocupantes aferrándose a huesos, a los restos de un vestido, ha encontrado en el arte la mejor manera de revelarse contra el mundo que la rodea. Injusto. Violento. La visión de los vencidos, de las víctimas de la violencia colombiana. Porque ella, sabe mejor que nadie “compadecerse del sufrimiento de aquellos que mueren mudos, inadvertidos y no escuchados”, como ella misma reconoce.El de Doris Salcedo, el de Vicky Neumann, el de muchos creadores que valdría la pena homenajear es un arte que emerge de la catástrofe contemporánea con un lenguaje, el de los creadores, que por evanecente que sea, resulta mucho más contundente y claro que los interminables y repetidos discursos racionales de los hombres del poder, de líderes de pacotilla cuyo compromiso no es más que con su propio egoísmo, y cuyas decisiones antes que transformar el mundo, como prometen, no han hecho otra cosa que contribuir a su destrucción.